La enseñanza en casa o bien homeschooling cobra poco a poco más fuerza en los países desarrollados. Entre los científicos hay diversidad de creencias sobre los inconvenientes y ventajas de esta opción alternativa a la educación obligatoria.
Llegó septiembre y, con él, los pupitres, las pizarras y los recreos. Aunque no para todos y cada uno de los pequeños. Los 4 hijos, de entre 6 y 16 años, de la presidente de la Asociación para la Libre Educación (ALE), Ana Pérez, empiezan la jornada como lo hacían en agosto: sin horarios ni asignaturas. “No distinguimos entre días de la semana, ni tampoco dividimos en materias; aprendemos lo que va brotando por el hecho de que el motor es la curiosidad de los niños”. Elena, nombre falso, en cambio, dedica las mañanas a instruir a sus 2 hijos matemáticas, lengua y geografía, entre otras muchas asignaturas; por las tardes los lleva a academias de idiomas y música, y juegan. Otra es la fórmula escogida por la presidente de la Plataforma para la Libertad Educativa, Lucía Herranz, que ha optado por llevar a su hija mayor a lo largo de ciertas horas a una escuela libre, un centro de enseñanza donde aprende a su ritmo y se le da mucha relevancia al aspecto cariñoso. Todas y cada una estas realidades tan diferentes son ciertos ejemplos, “y hay tantos como familias”, apunta Herranz, del llamado homeschooling.
El término educación en casa “es bastante difícil de delimitar” pues quienes lo practican “lo hacen de formas muy dispares y esgrimen razones muy variadas”, explica el estudioso de la Universidad de Oviedo, Carlos Cabo, en su tesis de 2012 sobre el tema. Por servirnos de un ejemplo, en España, una encuesta realizada en 2009 a más de cien de estas familias refleja que seis de cada diez lo hacen por motivos pedagógicos; solo un 2 por ciento esgrimen motivos religiosos. “Buscamos aprendizajes más respetuosos con los ritmos de cada niño”, cuenta Pérez. El denominador común de todos es que los progenitores aceptan la responsabilidad de la instrucción de sus hijos a lo largo de la etapa de educación obligatoria.
La crisis económica mundial de la década de 1960 provocó un cuestionamiento del sistema de valores y la escolarización como elemento de igualdad que en países como Estados Unidos, Canadá, Australia y Reino Unido se tradujo en una corriente de rechazo a la escuela como corporación para la transmisión de conocimiento. Desde ese momento, señala Cabo, el homeschooling no ha hecho más que acrecentar. A la cabeza está Estados Unidos, con más de un par de millones de pequeños. Por detrás queda Reino Unido, con unos 100.000; y, lejísimos, España, con unas 2.000 familias, conforme datos de la asociación estadounidense de Defensa Legal de la Educación (HSLDA, por sus iniciales en inglés).
Cada país trata este modelo de aprendizaje de forma distinta: en USA y en una gran parte de los países europeos como Reino Unido, Francia, Italia, Bélgica y Portugal, está autorizado bajo determinada supervisión; en otros, como España, no está legalmente reconocido ni regulado, pero se deja en casos puntuales como enfermedad del pupilo, vida itinerante y vivienda en el extranjero. “En la práctica no hay persecución, si bien sí hay demandas que pueden obligar a que escolarices a los niños” explica Pérez, presidente de ALE. No obstante, señala, “la tónica general es que los servicios sociales y los jueces no lo traten igual que el absentismo escolar por dejadez de los padres”.
Entre las ventajas que esgrimen los seguidores de esta opción alternativa de aprendizaje es que se amolda a los intereses de cada pequeño y promueve la inventiva. Sus opositores apuntan los peligros que tiene para la socialización y la carencia de capacitación pedagógica de los progenitores. No parece haber punto de encuentro. “Estos movimientos tienden a ser enormemente ideológicos”, explica el estudioso y maestro de educación de la Universidad de Vanderbilt (E.U.), Joseph Murphy, en su libro Homeschooling in America (Educación en casa en U.S.A., en inglés).
La ciencia, mediadora en otros enfrentamientos, no dispone de muchos estudios en este campo. El inconveniente radica en que “es bastante difícil lograr datos”, expone Murphy en la investigación que le ha llevado 3 años. En España, por poner un ejemplo, “ni siquiera hay un registro de pequeños por el hecho de que las familias temen ser denunciadas”, explica Pérez. La mayor parte de las investigaciones se centran en Estados Unidos, donde hay más información.
El 20% de los pequeños que se forman en casa pueden presentar problemas para relacionarse con otros pequeños, estimaba en el último Congreso Nacional de Educación en Familia (2012) el entonces presidente del Consejo Escolar del Estado en España, Francisco López Rupérez. La revisión de artículos científicos recientes sobre la sociabilización de los pequeños escolarizados en casa efectuada por el profesor en Psicología de la Universidad de Stetson (U.S.A.), Richard G. Medlin, apunta que hay una “visión alarmista” de este tema que “no está apoyada por la investigación empírica” y rompe una lanza en favor de los homeschoolers: “Tienen amistades de mayor calidad y mejores relaciones con sus progenitores y otros adultos”.
Conforme apunta Murphy en su estudio, la mayor parte de estos estudiantes cuenta con redes sociales riquísimas. ¿De qué forma lo logran? “Saliendo mucho de casa, viajando y acudiendo a espacios donde hay otros niños”, explica Herranz. “Mi hija tiene un grupito de 4 compañeros en clase de música; en la ludoteca, otros tantos; asimismo tiene a los hijos de nuestros amigos y a los peques del parque. Esa es la vida real: tener amistades de diferentes edades y también inquietudes repartidas en todos y cada ambiente en el que nos movemos”, cuenta.
Los progenitores no son enciclopedias
Otra de las críticas a esta opción alternativa cultural es que los progenitores no son profesores certificados con lo que no se garantiza una educación de calidad a los pequeños. «No es exactamente lo mismo saber que saber instruir, ningún padre está en su derecho a dar una materia de forma parcial a su hijo», apuntaba en 2018 a El País el que fuera Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid (España), Arturo Canalda.
“Los progenitores no somos enciclopedias con patas, lo que nos preguntan y no sabemos, lo buscamos. Hay mucha información y recursos libres. Sencillamente nos limitamos a estar a predisposición de las curiosidades de nuestros hijos”, apunta Herranz. Ella lleva a sus hijos a museos, a talleres y a actividades de asociaciones locales de homeschooling. Asimismo hay progenitores que optan por profesores de apoyo para materias específicas.
Además de esto, “hay mucho aprendizaje fuera de los límites del currículo tradicional, en la vida diaria», cuenta Pérez. De ahí que hace labores rutinarias con sus hijos y les presenta gente con la que conversar. Así, su tercer hijo de 11 años aprendió a leer y redactar sin haber ido jamás al instituto, ni haber recibido clases concretas. Un día, a los 9 años, tras llevar tiempo preguntando qué ponía en los carteles que veía, le cogió el móvil a su madre y comenzó a leer WhatsApp. “En una semana ya leía los letreros de la calle”, recuerda.
En la enseñanza reglada, en general, los pequeños empiezan a iniciarse en la lectura y la escritura entre los 5 y 6 años, “pauta que no se fundamenta en que el pequeño esté evolutivamente listo para hacerlo, sino se hace por norma”, explica la pedagoga y responsable de Fábrica de Contenidos en Global Alumni, Mónica Herrero. El que, en un corto plazo, un pequeño homeschooler no alcance tan veloz algunas metas, parece no ser un inconveniente en la etapa universitaria, según un estudio llevado a cabo por estudiosos en Psicología de la Universidad de Minnesota (Estados Unidos), en 2016.
La revisión de artículos científicos efectuada en 2009 por el maestro, creador y presidente de la ONG Instituto Nacional de Investigación sobre la Educación en Casa (NHERI, por sus iniciales en inglés), Brian D. Ray, inclina la balanza en favor de la educación en casa. Conforme sus datos, estos pequeños consiguen una puntuación entre 15 y 30 puntos porcentuales más alta que sus compañeros de las escuelas públicas en las pruebas estandarizadas de desempeño académico.
Como comenta Murphy, «Si uno tiene un profesor dedicado a uno o bien 2 hijos, no sorprende que la fórmula tenga éxito”. Si bien este éxito depende de qué buena sea la educación y de los recursos que los progenitores ofrezcan. Esa es la conclusión a la que llega la pedagoga de la Universidad de Arkansas (Estados Unidos), April Chatham-Carpenter en su estudio Home vs. Public Schoolers: Differing social opportunities (Educación en casa frente a educación pública: diferentes oportunidades sociales, en inglés): la clave a fin de que la educación en casa tenga buenos resultados está en la familia.
Fuente: Opinno, editora de MIT Technology Review en español
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