Los educadores reivindican una enseñanza personalizada que potencie las habilidades de los niños. La genética también tiene algo que decir.
«Todo el mundo tiene su propia vocación. El talento es la llamada», escribió el filósofo estadounidense Ralph Waldo Emerson en su texto Leyes Espirituales (1841), incluido en Ensayos (Cátedra). Y el talento brota en una fase muy temprana. Tanto que, por ejemplo, los genes de ciertos cromosomas están relacionados con la habilidad para aprender música, como demostró un estudio de 2014 de la Universidad de Melbourne (Australia). Ese mismo año, otro estudio publicado en Nature por científicos británicos encontró que la aptitud para la lectura y las matemáticas en niños de 12 años “tiene un componente genético sustancial”.
Pongamos que su hijo demuestra una gran facilidad para una materia concreta. ¿Destacará en ella el día de mañana, de una manera natural? Algunos pueden venir al mundo siendo un Mozart, Dickens o Einstein en potencia, pero el entorno influye y mucho. “Sabemos que cada niño viene dotado de serie de unos genes que le predisponen para destacar en ciertas habilidades físicas, artísticas, musicales, matemáticas o lingüísticas”, afirma Álvaro Bilbao, neuropsicólogo y autor del libro El cerebro del niño explicado a los padres (Plataforma). “Estos genes se van expresando a medida que el cerebro va madurando y que el niño está expuesto a situaciones que estimulan dichas habilidades. Podríamos decir que la potencialidad está ahí desde siempre y se evidencia cuando entra en contacto con el estímulo”.
Según el neuropsicólogo Álvaro Bilbao, hay genes que predisponen a destacar en ciertas materias, pero solo se expresan si se estimulan.
El colegio es una pieza fundamental para fomentar habilidades, desarrollar incipientes talentos y canalizar correctamente la trayectoria académica. Pero el sistema educativo actual no lo hace, opinan expertos en el campo de la educación de todo el mundo. Uno de ellos es el británico Richard Gerver, un profesor que convirtió el desangelado colegio que dirigía a las afueras de Nottingham en un ejemplo de innovación que atrajo a intrigados colegas de 50 países. Fue en 2002, y desde 2007 predica sus apasionadas diatribas sobre la nueva educación en conferencias y en libros como Crear hoy la escuela del mañana (SM). “Todos los individuos tenemos intereses y talentos naturales”, explica desde Londres. “Nuestra labor es educarlos y, junto a los padres, ayudar a cada niño a descubrir qué es lo que le hace único”.
Eso ha sido así desde siempre, pero ahora resulta más necesario que nunca. En los últimos 20 años, la era de la información lo ha transformado todo de forma radical, mientras la educación está anclada en los esquemas de mediados del siglo XX. La consecuencia es que, a grandes rasgos, los niños de hoy aprenden igual que sus padres y abuelos. “El sistema solo aprecia lo académico y necesitamos crear una experiencia educativa más amplia que ayude a los jóvenes a encontrar aquello que les interesa y a descubrir su propio talento”, sostiene Gerver. “Para que esto sea posible, hay que aumentar la cantidad de experiencias que los niños tienen a lo largo de su trayectoria educativa. Eso se consigue proporcionando oportunidades para que dichas experiencias surjan en la escuela, dando a todas el mismo valor”.
Centros de puertas abiertas (literalmente)
Luis Cacho habla de un nuevo paradigma educativo. Este musicólogo riojano preside la Fundación Promete, creada en 2003 con el propósito de “promover un mayor y mejor desarrollo del talento de todas las personas, mediante el diseño y realización de proyectos de innovación educativa y social”, dice su web. Según Cacho, para adecuar la enseñanza a los nuevos tiempos, y poder explotar satisfactoriamente el talento oculto de chicos y chicas, hay que convertir los centros en algo más que en espacios donde uno aprende de memoria la tabla periódica.
Asunto de debate
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“Hay que abrir los centros, permeabilizarlos a la participación de la comunidad educativa: padres, profesionales, empresas, instituciones del entorno local que estén dispuestas a ceder recursos y enriquecer las experiencias de aprendizaje”, sostiene. “Habría que convertir cada escuela en una comunidad educativa que dedique más atención al interés vocacional de los alumnos de forma complementaria a la pedagogía tradicional. No se trata de quitar asignaturas, sino que con una parte menor del tiempo lectivo se pueda transformar la comunidad educativa”.
Es necesario también motivar al alumno para que no tire la toalla al terminar la ESO como ha hecho un 19,97% de los jóvenes que ahora tiene entre 18 y 24 años, según la Encuesta de Población Activa (EPA) de 2015. “Debemos implicar al alumno en su aprendizaje ya que se duplican las tasas de éxito escolar. Se logra dejando espacio para su creatividad e intereses genuinos y generando espacios y tiempo para su conexión social”, observa Cacho. Matiz importante: la enseñanza personalizada no se dirige a crear seres individualistas, sino a fomentar lo mejor de cada alumno para que pueda ponerlo al servicio de sí mismo y de la sociedad.
De la teoría a la práctica
“La educación hay que personalizarla cuanto antes por una razón: porque los niños no nacen iguales”, defiende José Antonio Marina, filósofo, pedagogo y autor de libros como La educación del talento (Ariel). Hace ocho años fundó una universidad on line de padres. “Estamos en el siglo de la epigenética, que nos dice que todos nacemos con un genoma, pero unos genes se activan y otros no dependiendo del entorno, y dentro de ese entorno está la educación. Hoy debemos estar muy atentos a qué habilidades tienen los niños y adolescentes. El desarrollo del talento se basa en un entrenamiento bien dirigido y muy tenaz”.
“El sistema actual solo aprecia lo académico, pero los jóvenes deben descubrir su talento”, (Richard Gerver, profesor)
La gran pregunta es cómo se llevan estas ideas a la práctica. Marina: “En algunos centros avanzados facilitan que el niño pueda dedicar más tiempo a esa afición o habilidad, en vez de llevarlo a extraescolares a lo loco. Hay niños que tienen altas capacidades para las matemáticas, por ejemplo, y en su clase se aburren y acaban odiando la escuela. ¿Por qué no dejar que ese niño, en matemáticas, pase al curso siguiente? La solución es fácil”.
“Siempre es bueno que el niño que desea aprender y disfruta con una materia tenga algún enriquecimiento”, coincide Álvaro Bilbao, que este junio participó en el ciclo de conferencias La educación que queremos…, organizado por la Fundación Botín en Madrid. “Lo ideal sería tener un modelo educativo más flexible con asignaturas troncales obligatorias, como lengua, matemáticas o ciencias sociales, distribuidas en distintos niveles, y otras optativas, como pintura, fotografía o debate, que permitieran que cada niño vaya trazando su propio itinerario en función de sus propias habilidades e intereses”. Para lograrlo, debe haber “complicidad” entre profesores y padres. “Es fundamental, ya que incentivar estas capacidades suele requerir muchas dosis de tiempo e imaginación”, explica el neuropsicólogo. En definitiva, regar esa semilla para que, en la edad adulta, el talento brille en todo su esplendor.
Excelencia cercana
Para obtener buenos ejemplos de educación personalizada no hay que irse a los países nórdicos. En Alcorcón, localidad al sur de Madrid, está el Colegio Fuenllana, que en el informe PISA para colegios 2016, ha obtenido no solo una puntuación muy por encima de la media de los colegios españoles, sino superior a la de Finlandia, arquetipo de la enseñanza de calidad. Este centro concertado acoge niños desde infantil a bachillerato, con ciclos de formación profesional. Y, según la directora, Virginia González, una de las claves de su éxito es precisamente el seguimiento exhaustivo de cada alumno. “Tenemos un sistema tutorial individualizado que nos permite personalizar su ritmo de aprendizaje. También se detecta en actividades extraescolares y proyectos de enriquecimiento”, explica. Entre ellos, disponen de una escuela de debate, “que ayuda a potenciar habilidades del lenguaje”, y anteriormente desarrollaron un proyecto de excelencia literaria para descubrir talentos en ese ámbito. “Las habilidades no siempre son evidentes: hay niños con un enorme potencial en una asignatura, pero la suspenden en los exámenes”, apunta.
Fuente: Elpais.com