Pautas básicas para apuntalar una crianza alejada de niños caprichosos, con mal carácter e incapaces de gestionar sus emociones o tomar decisiones. ¡Toma nota!
La educación de un niño no es tarea fácil. No traen manual de instrucciones al nacer ni existe una solución mágica para resolver sus rabietas, sus terrores nocturnos o corregir su mal comportamiento a diario. Sin embargo, afortudamente sí que existen unas pautas básicas que podemos seguir para apuntalar una crianza alejada de niños caprichosos, con mal carácter e incapaces de gestionar sus emociones o tomar decisiones propias. Todo depende de la constancia de los padres y de su tesón en proporcionarles las herramientas necesarias para que, con el tiempo, sepan comportarse como deseamos los adultos en todo tipo de situaciones. ¿La primera regla de oro? Elisa López, especialista malagueña en Psicología infantil, no lo duda ni por un segundo: «Hay que ponerles límites y explicarles, las veces que sean necesarias -aunque resulte cansado para los padres-, lo que esperamos de ellos en cada situación», remarca. «No podemos esperar que se autorregulen solos, somos los padres los que tenemos que proporcionarles las pautas adecudas para que ellos las aprendan y eso sólo se consigue usando normas», sentencia. Con el asesoramiento de esta especialista elaboramos un decálogo de los errores más frecuentes que cometen muchos padres a diario en la educación de sus hijos y que, aunque no queramos reconocerlo, fomentan que los niños repitan una y otra vez aquellos comportamientos o aptitudes inapropiadas a los ojos de sus sufridos progenitores. «Si solventas una rabieta -indica a modo de ejemplo-comprándole al niño una chuchería para que deje de llorar, el niño aprende que esa es la fórmula para conseguir lo que quiere. En ningún caso le enseñas a comportarse de cara a la próxima vez y precisamente en eso deberíamos centrar nuestros esfuerzos». ¡Toma nota!
1-No poner límites claros
En opinión de López, esta regla debería grabarse a fuego para educar siempre acorde a una serie de normas adoptadas y consensuadas por los padres en casa. «Desde pequeños necesitan saber dónde están los límites, sin normas no tiene sentido. No podemos esperar de ellos un determinado comportamiento sin unas normas básicas», indica López. Pero ojo, tampoco es necesario posicionarse en el extremo opuesto y vivir en una auténtica dictatura doméstica. Se trata de buscar un punto intermedio entre la falta absoluta de normas que muchos predican, supuestamente por el bien del niño, y el exceso de férreos patrones. «Ahí es donde entra en juego la labor de los padres en función de las necesidades o el carácter del niño porque, todas las reglas no van a servir igual para todos los pequeños», indica.
2- No predicar con el ejemplo
¿Cuántas veces le dices a tu hijo que no se debe gritar ni pegar en el parque? A buen seguro, muchas. Pero, ¿y si es el padre o la madre la que levanta la voz o incluso zarandea al niño para regañarlo? «En ese momento desconciertas al pequeño. No puedes hacer tú justo lo contrario de lo que le pides que él haga; es así de sencillo. Los adultos somos nosotros y, aunque a veces sea difícil, debemos intentar mantenernos tranquilos y actuar como se espera de nosotros que es, precisamente, lo que queremos que ellos acaben asumiendo». Si es necesario toma aire, cuenta hasta diez y, una vez más relajado/a, interviene sin gritos ni malos modos.
3- Castigos imposibles o alejados en el tiempo
Este es otro fallo de lo más frecuente: castigar mal. «El niño debe ser consciente de que sus acciones tienen consecuencias, positivas o negativas y tiene que vivirlas ambas. Si en casa optamos por los castigos -como consecuencias de un mal comportamiento- éstos deben cumplirse. Por ello no deberíamos apostar por castigos lejanos en el tiempo o por otros sin visos de cumplirse», advierte. No tiene sentido decirle que no irá a un cumpleaños o de vacaciones si el niño sabe a ciencia cierta que irá independientemente de su conducta. En estos casos lo que hacemos es amanazarlos y sembrar en ellos la duda de si sus padres serán capaces o no de cumplir dicha amenaza. «Si la consecuencia impuesta por hacer o no hacer tal cosa estaba definida, debe cumplirse. De lo contrario perdemos autoridad».
4- No darle explicaciones claras
No hace falta argumentarles todo y siempre. No. Sin embargo sí que es más que aconsejable indicarles en todo momento los planes familiares, la agenda, lo que vamos a hacer y aprovechar ese momento para indicarles qué esperamos de ellos. Lo mejor es anticiparnos a un posible mal comprotamiento. ¿Cómo hacerlo? Precisamente contándole qué va a ocurrir y qué puede o no puede hacer. Que el niño, antes de llegar a donde sea, sea consciente de las normas del día, de los límites. Y, a poder ser, que esas normas sean siempre «claras, directas, concisas y acordes a su edad para evitar malas interpretaciones».
5-No dejarlo hablar y explicarse
¿Ha empujado a otro niño en mitad de un cumpleaños o gritado a su hermano o taponado el tobogán para que nadie más se tire? Calma. Acércate e interésate por lo que ocurre: déjale hablar y expresarse. «Es un error muy común. Los padres, frustrados por la situación, resuelven a menudo la situación con malos modos o sin dejarle hablar al crío. Aunque su comportamiento no haya sido el adecuado siempre debemos darle la oportunidad de defenderse y explicar su versión de los hechos. Si lo atiendes, podrás justicar mejor lo que quieres enseñarle».
6. Dar demasiados avisos en vano
«Como vaya va a ser peor…», «¡para o me levanto!», «te cuento a cinco para que hagas caso. Uno, dos…» Y así, una frase tras otra hasta que al niño o niña le de por obecer o, sencillamente, la líe otra vez. Nuevo error. Con esta fórmula el niño no aprende a comportarse en determinadas ocasiones, no, lo que aprende es a detectar el punto exacto de enfado del padre o madre, justo cuando le acarreará consecuencias. «Si el niño recibe infinidad de avisos en vano va a seguir tensando la cuerda hasta que el padre o madre se levante enojado y llegue el castigo», de nuevo el niño obecede para evitar represalias y no por una lección aprendida», apunta la psicóloga malagueña.
7-Sobreprotegerlo
La sobreprotección es uno de los grandes males de la educación actual. El miedo a traumatizar al niño y encerrarlo en una burbuja puede acarrear serios problemas en el futuro: niños que no saben barajar la frustración, que no tienen capacidad para controlar sus emociones o tomar decisiones propias. «Debemos ayudarlos, guiarlos, sí, pero dejar también que expimenten en primera persona las consecuencias de sus acciones. Que se equivoquen, que aprendan e incluso dejar que resuelvan ellos solos situaciones», apunta López.
8-Disparidad de criterios en los padres
Con más frecuencia de la que pensamos los progenitores ‘pinchan’ en lo más llano al toparse, justo en el peor momento, el niño con una disparidad de criterios entre los progenitores. Una fisura que no juega a favor del pequeño. Por supuesto, lo ideal sería que ambos remaran siempre en la misma dirección: «Es lógico no coincidir en todo pero es necesario encontrar puntos básicos en común en lo referente a la educación de nuestros hijos que ambos deben mantener», alerta Elisa. «No es lógico que el padre resuelva un problema de una determinada forma y que, al llegar la madre, ésta le reste autoridad al padre, por ejemplo, levantándole un castigo impuesto porque lo vea excesivo. En ese momento, como digo, perdemos autoridad. Y la situación empeora si discutimos delante del niño: eso mejor hacerlo en privado».
9-Pasar cosas por alto
La responsabilidad del trabajo, las tareas domésticas de la casa, los contratiempos diarios y también la crianza de los niños hacen mella en el estado anímico de los adultos en su día a día. Sin embargo, eso no debe ser una excusa para pasar por alto comportaciones, reacciones o situaciones que, en otro momento, serían motivo de desaprobación. «Es lícito estar cansado o abrumado por el día a día, sí, pero no es lógico dejarlo pasar hoy algo y mañana regañar. El niño puede pensar: ¿porqué hoy me regañan si ayer no lo hicieron? Aunque cueste, debemos tener siempre el mismo rasero en la educación», sentencia la experta.
10-Avergonzar al niño en público
De este último punto a veces los padres no son del todo conscientes. No es necesario hacer partícipes a los adultos o al resto de niños presentes de lo que ocurre en ese preciso instante con nuestro hijo. «No lo avergüences. Será más efectiva la reprimenda si lo haces en privado, con calma, y explicándole lo que ha hecho mal que si haces sacándole los colores delante de sus amigos o desconocidos», indica López.
Fuente: diariosur.com