El debate acerca de los deberes no es nuevo, pues hace años que se oyen a los defensores y detractores de esta práctica de «llevarse el trabajo a casa» en los niños. Sin embargo, es un tema que está muy candente últimamente por una reciente recogida de firmas que aboga por racionalizarlos, porque algunas escuelas los han eliminado y porque algunos partidos políticos se están sumando a ese carro.
¿Y por qué eliminarlos? Vamos a verlo: esto es lo que piensan los padres y madres que quieren acabar con los deberes en la escuela.
Una madre contra los deberes abusivos
Hace 9 meses Eva Bailén impulsó en Change una recogida de firmas con el objetivo de abolir los deberes abusivos, pidiendo un poco de sentido común y racionalidad en el momento de pedir a los niños más implicación por las tardes, cuando están en casa.
Con este vídeo en el que se comparaba el «trabajo» de los niños con el de los adultos, pudimos ver hasta qué punto los niños se están quedando sin tiempo libre para jugar, desarrollar su creatividad y su imaginación o para, simplemente, no perder la curiosidad por aprender.
Los que odiamos los deberes de niños, los odiamos aún como padres
Y es que en este movimiento hay mucho recuerdo de nuestros tiempos pasados, y mucho asombro al ver que en muchos colegios, la educación apenas ha avanzado. Somos muchos los padres de ahora que en su día, cuando niños, lo pasamos mal con los deberes, que no entendemos que se sigan utilizando las mismas estrategias en muchos centros.
Una de mis quejas de siempre ha sido el de la pérdida de motivación por culpa del colegio. Gracias a sus deberes y trabajos consiguieron que llegara a odiar la lectura, entre otras muchas cosas. Se supone que leer un libro debe ser algo que te guste, algo mínimamente interesante y a veces incluso excitante. Se supone que debes hacerlo porque quieres aprender. Sin embargo, en el colegio, para que lo hiciéramos, nos decían cuál teníamos que leer y para corroborar que lo habíamos leído nos hacían hacer un resumen, o un examen, en lo que podemos denominar como «una magnífica estrategia para que los niños odien leer»: conviértelo en una obligación y perderé el interés. ¿Es que no conocían los profesores los principios de la psicología invertida?
Lograron también que aprendiera solo para aprobar, gracias a sus métodos de enseñanza «vomitando» conceptos y sus exámenes trimestrales. Llegar la fecha, memorizar, soltarlo todo, sacar buena nota y olvidar. Así con todo. Así siempre.
Y llegamos a la edad adulta, devenimos padres, y vemos que nuestros hijos hacen lo mismo, o parecido, en los colegios. Exámenes, tres páginas de lectura para mañana y deberes que en muchas ocasiones no entienden.
¿Qué sentido tienen los deberes si les tenemos que ayudar los padres?
Y no los entienden porque en muchos casos lo que se busca es que los padres nos impliquemos en la educación de los hijos. Que está muy bien, pero… ¿y si no lo entienden y nos tenemos que convertir en profesores? Porque esto pasa actualmente: enunciados complicados que hasta a nosotros nos cuestan que promueven la desigualdad en base a la educación de los padres. Los niños con padres más versados tendrán menos problemas para llevar los deberes hechos que aquellos con menos estudios o que vienen de otro país. Absurdo. En nuestra época era bastante horrible, pero oye, al menos los podíamos hacer sin nuestros padres.
Por otra parte, ¿vale la pena que los niños tengan esta infancia? Tenemos un sistema educativo que no da apenas importancia a la música y al aprendizaje de un instrumento. Sí, ya sé que les enseñan a tocar la flauta. Pero, ¿a quién le gusta tocar la flauta? O dicho de otra manera, ¿y si yo lo que quiero tocar es el trombón, o la trompeta, o el piano? Pues te tienes que buscar la manera de hacerlo mediante las extraescolares. Mis hijos, por ejemplo, hacen música en el conservatorio municipal. Eso son dos días a la semana. Además, por aquello de que hagan deporte, cohesión de grupo, que reciban los valores de pertenecer a un conjunto y luchar todos por un mismo fin, y además hacer ejercicio, hacen hockey, que son dos días más. Cuatro días a la semana llegan a casa cerca de las ocho, sin apenas haber tenido tiempo libre.
Y cuando llegan y quieren hacer algo que les apetezca, les están esperando los deberes, mientras sus padres les instamos a darse un poco de prisa porque «hay que ducharse», «cenar» y «a la cama».
«Porque sí», «Porque a mí también me gustaría no tener que trabajar», «Los haces y punto»
Y en muchos hogares hay auténticos problemas en este sentido porque muchos niños los hacen a gusto, pero muchos otros no. Que por qué los tengo que hacer, que me aburro, que no me gustan, que odio los deberes, que tengo demasiados, que tengo hambre, que tengo sueño, que no me apetece, que a otros niños sus padres les ayudan.
Y acabas por ir a ayudarles y por casi hacérselos, en una solución que en realidad no les ayuda en nada, como no les ayuda que los hagan porque sí, porque «los haces y punto» y porque «ya sé que no quieres hacerlos, pero tienes que hacerlos, de igual modo que a mí me gustaría no tener que trabajar, pero trabajo».
¿Por qué? Pues por algo que el sistema educativo está olvidando desde hace mucho tiempo y debería cuidar como oro en paño: la motivación de los niños (luego sigo con esto).
¿Sirven los deberes?
Gran pregunta. ¿Sirven de algo? Según CONCAPA (la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos), que representa a más de tres millones de familias, y tal y como leemos en ABC, «los deberes escolares resultan imprescindibles para fijar y asentar las materias explicadas en clase», aunque añaden que «es preciso que se coordinen adecuadamente entre los profesores, y que sean graduados y proporcionados a las edades, potencialidades y necesidades de los alumnos».
Por contra, colegios como el Liceo Europeo de Madrid, ha decidido eliminarlos completamente hasta los once años. En palabras de su directora Mª Dolores Molina a nuestros compañeros de Bebés y más:
Hasta los once años no los consideramos como parte esencial ni necesaria del proceso de enseñanza y aprendizaje de los niños. El hábito de estudio se crea desde la motivación y el gusto por aprender. Los alumnos conocen cómo aprender y lo practican intensamente y muy motivados a lo largo de la extensa jornada escolar.
A partir de esta edad, resultan necesarios para reforzar lo aprendido en clase y crear hábitos de estudio, siempre bajo la premisa de que los niños puedan realizar este trabajo de forma autónoma.
La motivación. De nuevo aparece esta palabra que dejé aparcada unos párrafos atrás. ¿No se aprende más y mejor cuando un niño está motivado por aprender que cuando simplemente está haciendo aquello que le han dicho que debe hacer? ¿No rinde más en su trabajo alguien que adora su trabajo que alguien que lo hace simplemente porque necesita un sueldo a fin de mes, trabajando de lo que sea?
Pero vamos a responder a la pregunta: ¿sirven los deberes?. Una revisión de estudios publicada en el año 2006 concluyó que sí, que los deberes tienen una relación directa y significativa con los resultados académicos. Ahora bien, no quisieron dejar las cosas así, en esa simple frase pues añadieron que se necesita más evidencia y estudios con diferentes tipos de deberes, según estilos educativos, etc. En los cursos de primaria, por ejemplo, vieron que los deberes no eran demasiado influyentes ni, en consecuencia, necesarios, pero a partir de secundaria, y sobre todo en el bachillerato, sí.
Entonces, ¿deberes sí o deberes no?
Dicho todo, cada uno que ofrezca su opinión, a las que yo añado la mía: si van a ser los deberes de toda la vida, deberes no. Así que, deberes no si:
- Son los mismos para todos, que pueden ser muy fáciles para los que ya conocen la materia, muy difíciles para los que no la controlan y adecuados solo para unos pocos.
- Si cada profesor manda los deberes que le apetece, viendo en un mismo colegio cursos con muchos deberes y cursos con muy pocos y, peor aún, grupos de un curso (cuarto A) con muy pocos y otros (cuarto B) con muchos.
- Si hacen que el niño se canse, pierda las ganas de aprender y acabe hastiado con la materia y con el colegio en general.
- Si no le deja al niño tiempo libre.
- Si los padres tienen que ayudar al niño a hacerlos y tienden a presionar para que los acabe, o se enfadan con él porque no sabe hacerlos.
- Si no tienen un objetivo claro y si hace que sea obligatorio algo que podría ser divertido y estimulante (leer, buscar información, etc.)
De esto se desprende que mi opinión es que sí a los deberes, si son de otra manera, si tienen en cuenta la motivación de cada niño y sus necesidades. Por ejemplo, son deberes adecuados aquellos que:
- Son opcionales: el profesor imparte las materias de manera divertida, con ejemplos curiosos y con la intervención de los niños (se aprende más haciendo que escuchando), y luego ofrece la posibilidad de ampliar la información en casa o la biblioteca a los niños que quieran saber más, para que al día siguiente expliquen al resto de la clase lo que han descubierto. De este modo se mantiene intacta la motivación y no se eliminan la curiosidad y ganas de aprender de los niños.
- Son adecuados a cada niño: viendo las necesidades de cada niño, sus potencialidades, qué le gusta más, qué le gusta menos, de qué tiempo dispone, etc.
- Estén relacionados con lo que han dado en clase.
- Los niños puedan empezar a hacerlos en clase y pueda verificarse que entienden lo que tienen que hacer en casa.
- Se trabajen al día siguiente, corrigiéndolos y explicando cuáles son las respuestas correctas.
- Se hable con los padres acerca de los deberes y se conozca su posición, su disponibilidad, etc.
Digamos que está muy bien que los niños tengan mejores resultados académicos gracias a los deberes, pero en primaria e incluso secundaria si me apuras, las notas deberían estar en un segundo plano, siendo mucho más importante que los niños aprendan a relacionarse con los otros, que aprendan a respetarse, que aprendan a estudiar, a organizarse, que mantengan las ganas de aprender, la motivación, que inicien proyectos que les gusten, que los lleven a cabo, que prueben y no tengan miedo a equivocarse, que aprendan el valor del trabajo en grupo y que aprendan a pensar con lógica y sentido común, para ser capaces de resolver los problemas. Por eso el colegio debería ser un sitio al que los niños vayan felices y contentos, y por eso los deberes deberían ser adecuados para cada niño y con objetivos claros e individuales. ¿No creéis?
Fuente: magnet.xataka.com
3 comentarios
Realmente me parece que muchos padres no entienden el rol que les compete en la vida. Somos los padres quien debemos socializar a nuestros hijos, educarlos en todos los sentidos, desde el respeto por si mismo y los otros, la colaboración, la lealtad, la responsabilidad y el amor. Todo esto se aprende de muy chiquito y no con palabras sino con gestos.
La escuela no es un depósito de niños y los docentes están para trasmitirle todo el conocimiento que puedan de acuerdo a la edad, no son enfermeros psicólogos padres, médicos, ni magos. Y si creo sin ser docente, que la tarea para el hogar fija lo visto en el aula.
De acuerdo con el tema de la motivación. La escuela debiera ser un lugar al que los niños quieren ir, y no solo a «estudiar», sino a disfrutar de esa etapa en sus vidas. Lo que pasa que en la realidad, la escuela se ha convertido (o el sistema educativo la ha convertido) en una suerte de cárcel, y la casa no puede ser una suerte de extensión de esa cárcel. No habría que olvidar lo que el informe Delors señaló ya hace bastantes años. Los niños debieran concurrir a la escuela para «aprender a aprender», «aprender a convivir», y, sobre todo a «aprender a SER». En esta perspectiva, la casa sí tiene un aporte que dar, No solo para ayudar a hacer las tareas para una nota.
El modelo Colombiano de ensenanza-aprendizaje en Colombia todavia anda anticuado.
Tareas que son para los papas, o si no que les pongan escuela en casa. Loa niños le toman fastidio a las materias y ya no tienen tiempo para jugar ni para el ocio, madre de la creatividad. Llegan supertarde del colegio y se vuelven una tragedia familiar las famosas tareas, se duermen sobre los cuadernos.
Ya quieren que los niños entren leyendo y escribiendo en primero de primaria y se inventaron el tal curso de transición, gran negocio para los colegios.