La periodista estadounidense Lenora Chu se mudó en 2010 a vivir a la ciudad más grande de China, Shanghái, junto a su marido y su hijo pequeño.
Ese mismo año, Shanghái ocupó la primera posición en el prestigioso examen internacional PISA(Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos) en matemáticas, lectura y ciencia. Los resultados sorprendieron a los expertos, ya que era la primera vez que China participaba en esta prueba.
Nacida en Estados Unidos de padres chinos, Chu y su esposo tomaron una decisión poco usual: matricular a su hijo de tres años en un jardín de infancia público chino, lo que le brindó una oportunidad única de observar uno de los sistemas educativos más aisladosdel mundo y, a la vez, que más interés han despertado en los últimos años por sus buenos resultados, especialmente en Shanghái.
«Es una escuela de élite en una zona elitista de Shanghái, pero al mismo tiempo es hacia donde China quisiera que se dirija su educación, así que de alguna manera es el sitio perfecto para observar hacia dónde mira China«, explica Chu a BBC Mundo en conversación telefónica.
De esa experiencia, y de una larga investigación posterior de varios años, salió el libro «Little soliders. An American boy, a Chinese school and the global race to achieve» («Pequeños soldados. Un niño estadounidense, una escuela china y la carrera global por el éxito»).
En él, Chu cuenta los enfrentamientos que tuvo con los profesores y administradores cuando empezó a confrontarlos al ver cosas en su hijo que no le gustaban, como por ejemplo que alguien le había obligado a comer huevos, los cuales Rainey odiaba.
Entonces, cuenta ella, «empecé a darme cuenta de que a lo mejor había algo más que el hecho de que Shanghai tenía algunas de las mejores escuelas del mundo».
Pero tras quejarse los primeros meses y decir que no quería ir a la escuela, su hijo empezó a esperar pacientemente su turno en las colas y a hacer pequeñas tareas en casa.
Y todo esto despertó la curiosidad periodística de Chu, quien empezó a hacerse preguntas y a maniobrar para intentar obtener acceso a las aulas, algo muy difícil en un país con gran desconfianza hacia los periodistas.
¿Son estos métodos con lo que deben compararse los países occidentales?, era una de las preguntas a las que buscaba respuesta.
«Fui a jardines de infantes y escuelas de primaria muy normales», cuenta Chu, y entonces vio cosas «muy chocantes pero también positivas».
Le sorprendió el cultivo tan temprano de los valores de la obediencia y la disciplina, con métodos que en países occidentales podrían considerarse cuestionables.
«En una de las guarderías había un niño, ‘pequeña calabaza’, al que nunca olvidaré. Era más alto que el resto de los niños de tres años y estaba todo el rato metiéndose en problemas», explica.
«Los profesores utilizaban amenazas con él: si no te sientas, tu madre no vendrá a buscarte hoy; si no acabas la comida, vamos a dejarte solo en el pasillo».
«Yo estaba totalmente en shock. Pensé: ‘¡esto le está pasando a mi hijo!».
Esto es propio de la educación tradicional en China, muy jerárquica, pero Chu asegura que, cada vez más, esta cultura autoritaria choca con lo que opinan los jóvenes y con la China moderna, la de ciudades como Pekín y Shanghái.
Otra de las cosas que le llamó la atención fue el elevadísimo nivel de competitividad, incluso entre los niños más pequeños.
Esto, cree ella, se debe en gran parte al sistema de exámenes al que se enfrentan los estudiantes.
«Si nacen unos 18 millones de niños al año, pierdes aproximadamente a la mitad en el examen de entrada al instituto; la mitad no entran en un instituto académico normal a nivel de todo el país», asegura la periodista. «Y en el examen de entrada a la universidad, pierdes otro tercio».
«Estoy segura que esto no es así en España, Estados Unidos o Reino Unido, donde hay más opciones para los chicos que no pueden mantenerse dentro del sistema educativo público normal… pero esto no es así en China, y esta es la razón por la que la gente está tan estresada».
Como parte de ese ambiente de presión, se espera generalmente que los padres tengan un papel muy activo en todo lo que concierne a la educación de sus hijos.
Esto incluye tener que firmar los libros de deberes todos los días para que el profesor vea que los padres saben qué están haciendo sus hijos o recibir cientos de mensajes cada día en los grupos de mensajería del celular.
«Si dejo mi teléfono un momento, una hora después tengo entre 50 y 100 mensajes, todos mostrando respeto al profesor», cuenta Chu.
«El profesor escribe para decir que hay que llevar tales libros mañana, y todo el mundo responde: ‘¡Recibido, profesor! Eres tan maravilloso, gracias por todo tu duro trabajo’. Y si no respondes de esta manera, crees que el profesor se está dando cuenta. Hay mucha presión para mostrarse, estar ahí y responder».
En algunas escuelas de Shanghái, según la periodista, prohibieron a los padres responder a los mensajes de los profesores para rebajar un poco esta presión.
Otra de las cosas que culturalmente le llamaron la atención fue la costumbre generalizada de dar regalos a los profesores, una práctica que en ocasiones se puede interpretar como un intento de soborno.
«En 2014, el ministerio aprobó una política para prohibir a los profesores aceptar regalos o dar tutorías a sus mismos estudiantes fuera de las aulas, lo que era básicamente unamedida anticorrupción, y creo que ha sido muy efectivo», dice Chu.
«No me gusta llamarlo soborno o corrupción, pero en la cultura china se dan regalos a las personas que son importantes en tu vida, y esto incluye a los profesores».
«Y esto muy fácilmente puede cruzar la línea y convertirse en ‘te di tanto dinero, te di un bolso, así que ¿puedo tener un mejor asiento en clase?’ Esto es rampante aquí en el sistema, han intentado cortarlo y creo que ha mejorado».
Trabajo vs. talento
Pero el libro intenta explicar el país con matices y de forma equilibrada, dice Chu, más allá de la visión polarizada que en ocasiones se transmite desde los países occidentales.
Su hijo, por ejemplo, ha aprendido el valor de la disciplina y que hay una relación entre el trabajo duro y los resultados.
«Yo creo que en Estados Unidos, y esto está basado en estudios que cito en el libro, en las sociedades occidentales, tendemos a creer más en el talento cuando se trata de capacidades académicas», asegura.
«No sé con cuánta gente he hablado que dice ‘Oh, Johnny no tiene talento para las matemáticas, pero no pasa nada, yo tampoco podía con las matemáticas. Pero los chinos dirán ‘puedes hacerlo, solo tienes que trabajar lo suficientemente duro».
La periodista cree que esto tiene un valor, porque aprender es duro, «nada es fácil», y esta es una lección para la vida también.
Después de unas 150 entrevistas con expertos, profesores de todos los niveles educativos y hasta el responsable del currículo de matemáticas en China, Chu llegó a la conclusión de que el sistema chino «prepara bien a los chinos para la sociedad china», lo cual no es directamente aplicable a otras sociedades.
«Nos dimos cuenta de que la educación es una actividad cultural. Nunca había pensado en ello de esta manera».
Y ella, aunque dice haberse ido encontrando incómoda con la experiencia, aprecia también que sus hijos (tuvo un segundo, Landon, después de Rainey), «tienen un nivel de matemáticas dos cursos por encima de los niños de su edad en Estados Unidos» y hablan tanto inglés como chino.
Fuente: bbc.com