Los cerebros de los niños que crecen en hogares más pobres podrían ser más pequeños que aquellos que crecen en hogares con bienestar económico. Foto: EFE
Un estudio publicado en la revista Nature Neuroscience sugiere que la pobreza incide de forma directa en la formación del cerebro en niños y adolescentes.
Según informó el diario estadounidense The Washington Post, la investigación dirigida por la profesora de la Universidad de Columbia, Kimberly Noble, los cerebros de los niños que crecen en hogares más pobres podrían ser más pequeños que aquellos que crecen en hogares con bienestar económico.
La razón según los científicos podría depender de dos teorías. Por un lado, que los niños en hogares de bienestar tienen mejor acceso a la nutrición y a servicios de salud. La otra teoría es que las familias pobres tienden a vivir vidas más caóticas, y el estrés resulta ser un inhibidor del crecimiento del cerebro.
Este trabajo fue realizado a través de un equipo de neurocientistas que analizó con resonancias magnéticas a mil 99 niños y adolescentes entre 3 y 20 años. En este proceso se ocuparon de medir la corteza cerebral de los participantes, que es la que controla las capacidades múltiples como el lenguaje, la toma de decisiones, habilidades espaciales o la lectura.
Los resultados no contradicen estudios previos que han demostrado que la corteza cerebral puede crecer conforme a las experiencias y la estimulación temprana.
Los investigadores también administraron pruebas cognitivas a los niños. En éstas se encontró que los niños de familias estadounidenses con ingresos menores a 25 mil dólares al año tenían un 6 por ciento menos de superficie en la corteza cerebral, que aquellos de familias con ingresos superiores a los 150 mil dólares.
“Vemos que la estructura del cerebro de los niños varía con el nivel de instrucción y los ingresos de los padres”, dijo Noble a The Washington Post.
A pesar de su trabajo, Noble fue mesurada en cuanto a las conclusiones que se puedan conjeturar sobre el mismo. “El cerebro es increíblemente plástico, muy capaz de ser moldeado por la experiencia, especialmente en la infancia. Estos cambios no son inmutables.
“La correlación no es causalidad”, agregó. “Podemos hablar de vínculos entre la educación de los padres y el ingreso familiar y la estructura cerebral de los niños, pero no podemos decir con certeza que estas diferencias están causando diferencias en la estructura del cerebro”, dijo la científica.
Con miras a seguir profundizando sobre esta correlación, la profesora se ha aventurado en un nuevo estudio piloto que arrojará más datos sobre el tema. En ese proyecto valorará los ingresos de madres con hijos menores a tres años de diferentes estratos sociales, de las cuales mil mujeres estadounidenses serán de bajos recursos.
Fuente:https://www.sinembargo.mx/24-04-2015/1323903
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