Los aportes de la neurociencia cognitiva son una valiosa herramienta en el ámbito educativo.
El cerebro de un estudiante pasa miles de horas en el aula y cerca de 15 años en la escuela. Esto revela que los procesos de enseñanza y aprendizaje deben girar en torno de las necesidades cerebrales. En ese contexto, el educador, en su rol de proveedor de enseñanza, tiene que conocer muy bien cómo siente, cómo piensa y cómo responde el órgano encargado de la función de aprender.
Los avances tecnológicos y la posibilidad de estudiar “cerebros vivos” brindaron conocimientos sobre neurociencia cognitiva, información que debe ser incluida en la tarea de enseñar, con el fin de potenciar al máximo la acción de aprender.
Los aportes que arroja la neurociencia cognitiva constituyen una valiosa herramienta en el ámbito educativo. Uno de los principales avances en el campo de esta disciplina es que la base del aprendizaje es la neuroplasticidad, es decir la capacidad que tiene el cerebro de reestructurarse y de cambiar de modo constante ante cada nueva experiencia.
La neurociencia nos muestra que el cerebro es el órgano del aprendizaje con capacidad de enseñarse a sí mismo. Por este y otros motivos es tan importante darle la bienvenida a esta disciplina en la escuela.
El ambiente del aula, las bases motivacionales, los procesos y tiempos atencionales, la memoria, la emoción, entre otros aspectos, influyen de forma directa en el cerebro del estudiante al momento de aprender.
Las instituciones de formación docente se encuentran alejadas de la concepción “neuro”. Aún se sostienen modelos educativos de enseñanza con clases magistrales con duraciones que no respetan los tiempos atencionales, se continúa evaluando la memoria y se sigue creyendo que la inteligencia es un rasgo único.
Se priorizan habilidades cognitivas por sobre las emocionales, cuando se sabe que emoción y cognición son procesos que deben caminar juntos y no existe posibilidad de desvincularlos.
De la unión de la psicología, la pedagogía y la neurociencia, surge la neuroeducación, disciplina encargada del estudio del aprendizaje cerebral que destaca algo que la escuela no debe olvidar: la enseñanza de las emociones.
Una rápida mirada a la evolución de nuestro cerebro nos permite decir que somos seres emocionales con capacidad de pensar. La emoción antecede al intelecto y tiene un gran valor en la supervivencia humana. Nuestro pensamiento racional, ese sistema que nos hace humanos y donde se encuentran todas nuestras funciones ejecutivas, se asienta en el cerebro emocional.
Con esto podemos afirmar que un estudiante que se encuentra bajo el dominio de emociones displacenteras difícilmente procese la información que estamos ofreciendo. Nivelar estados emocionales en el aula, enseñar en entornos libres de amenazas y fomentar el desarrollo de habilidades emocionales favorecen en forma directa el aprendizaje integral.
La toma de decisiones, el desempeño, las relaciones en diferentes entornos y los pensamientos están atravesados por emociones, las que son responsables de regular la energía. Todo esto brinda información de lo que está ocurriendo, y repercute en el cuerpo a modo de “conciencia física de la emoción”.
La enseñanza de las emociones no debe faltar a la escuela; se le exige asistencia perfecta en todos los niveles educativos de enseñanza, de manera sostenida y con docentes preparados en esta herramienta educativa. La enseñanza de las emociones tiene como fin mejorar la calidad de vida, promover la salud y alcanzar mayor bienestar en los estudiantes.
Nuestro cerebro viene cableado por herencia para sobrevivir al entorno. Es el cerebro emocional que nunca pierde la memoria y guarda todos aquellos episodios que giran en torno de experiencias emocionales. En el momento que recuerda, por lo general reacciona por protección y asegurando la supervivencia.
Por tanto, lo que la escuela debe enseñar, valiéndose de la neuroeducación emocional, es el dominio y la gestión de las reacciones, para transformarlas en respuestas conscientes.
Con amor, se educa; con pasión, se enseña; con emoción, se aprende.
Fuente: Marilina Rotger/lavoz.com