En España, la educación infantil es el primer nivel educativo que comienza a los tres años de edad y termina entorno a los seis. En el sistema educativo español, el nivel que sigue a la educación infantil es la educación primaria que tiene carácter obligatorio y se da a niños entre los seis y doce años.
En otros países de habla hispana como Colombia, lo que desde España se nombra como educación infantil, recibe el nombre de educación inicial, o en el caso de países como México, se denomina educación preescolar.
En este artículo, haremos referencia a esta primera etapa de enseñanza, desde los tres a los seis años, en la que es primordial el desenvolvimiento óptimo de cada niño atendiendo a diversos aspectos que serán un condicionante para su crecimiento personal futuro.
Algunos como el desarrollo afectivo y la gestión emocional o el descubrimiento y la exploración de su entorno familiar, natural y social están directamente relacionados con la psicología.
La psicología en la educación infantil tiene pues un marcado carácter preventivo de las posibles carencias socio culturales que puedan darse. La importancia de intervenir en una edad temprana y saber detectar aquellas necesidades de apoyo educativo concretas que puedan presentar los niños es una tarea fundamental de la persona responsable de su educación infantil.
También es primordial que el educador o educadora considere prioritario el papel de la psicología como un auxiliar en el camino de la enseñanza y que disponga de unas habilidades psicológicas concretas.
¿Cuáles son las habilidades psicológicas que debe tener un educador infantil?
Disponer de nociones de psicología le proporcionará al educador infantil un marco de referencia de conocimiento importante para observar a los niños y niñas en su proceso de aprendizaje. Es fundamental que el docente enseñe en la primera infancia a cómo los más pequeños deben aprender.
Cabe destacar que, si los medios educativos no están bien instruidos o desde el núcleo familiar no existe colaboración para ayudar en la enseñanza, entonces el efecto puede ser negativo e inclinará que los niños se comporten de una determinada manera. No olvidemos que detrás de una actitud concreta existe un motivo multifactorial.
El educador o la educadora deberá estar atenta a las distintas variables que podrán presentarse en el jardín de infancia, ya sean internas o externas al pequeño y que puedan condicionar su respuesta.
Es en este punto es cuando hacemos hincapié en la teoría cognitiva de Piaget durante el aprendizaje del niño, ya que este comienza a desarrollar sus habilidades de aprender, prestar atención o memorizar desde la infancia. Esto quiere decir que cualquier información que perciba un niño u otro, causará una reacción diferente en cada uno, a la cual el educador deberá prestar atención.
Esta fase de desarrollo cognitivo consta de dos etapas: la etapa sensorio motriz y la preoperacional.
La etapa sensoriomotora se inicia desde el nacimiento del niño hasta que comience a hablar, momento en el que retiene información y la exploración es su máximo. Durante esa etapa son los padres los que se encargan de sus primeras aproximaciones al medio, el bebé utiliza poco a poco sus sentidos y comienza a entender patrones de comportamiento y de imitación.
Sin embargo, es en la etapa preoperacional, que se da de los dos hasta los siete años, cuando sí toma partido la función del educador infantil. En esta fase el pensamiento es más rápido y eficaz, los niños van ampliando su imaginación y son más capaces de expresarse a través del lenguaje.
Una educadora infantil debe saber reconocer la individualidad psicológica de cada niño para así poder adaptar la enseñanza a según cuales sean sus necesidades
Así pues, el maestro debe enseñar sin dejar de lado la empatía existiendo un equilibrio entre la enseñanza y la respuesta del niño. Debe tener plena vocación y llevar la enseñanza en el corazón, para que, a pesar de las situaciones adversas de la educación pública, pueda conseguirse un óptimo resultado desde el principio cuando todavía los niños son más maleables y no están condicionados por los convencionalismos sociales.
El psicólogo o educador además necesitará desarrollar unas habilidades para trabajar de forma colaborativa con otros educadores y familias desde un planteamiento ético por lo que es fundamental que cuente con una especialización en educación infantil. Es por ello que, la puesta en marcha de programas preventivos que favorezcan las relaciones socioafectivas y las competencias de adaptación en los niños cabe pues por formar un profesional en la educación capaz de desarrollar funciones responsables y compartirlas con otros agentes educativos.
Además de contar con las competencias anteriores, deberá de estar preparado para realizar algunas de las siguientes funciones:
- Debe atender al desarrollo de capacidades físicas, intelectuales, afectivas, sociales y morales de los niños.
- Atenderá al desarrollo afectivo, al movimiento y los hábitos de control corporal.
- Observará las manifestaciones de la comunicación y del lenguaje, así como a las pautas elementales de convivencia y relación social entre los niños.
- Ayudará a que aprendan a tener un conocimiento de sí mismos y del entorno, evitando la pérdida de la creatividad futura.
- Enseñará a cómo deben tener una educación en base a valores, potenciado actitudes de esfuerzo y motivación.
- Apoyará el control de su impulsividad.
Como hemos visto, la base común en todas en ellas se fundamenta en la educación emocional que el educador debe potenciar desde edades tempranas. Debido a su importancia ahondaremos a continuación el siguiente estudio de La educación emocional en la edad infantil, de López Cassà, Èlia.
Importancia de la educación emocional en la educación infantil
Algunos de los contenidos de la educación emocional que se pueden trabajar en la educación infantil de los niños y que están estrechamente relacionados con la psicología son los siguientes.
- La conciencia emocional. Implica que conozcan e identifiquen su propio estado emocional (tristes, alegres, enfadados…) y sean capaces de comunicarlo mediante el lenguaje verbal y/o no verbal; también supone que puedan identificar las emociones y sentimientos de las demás personas.
- Regulación emocional. Los niños deben aprender y ser capaces de controlar sus impulsos, soportando la frustración o emociones desagradables.
- Autoestima. Tener un autoconcepto de si mismos es la forma de que se reconozcan, algo que con la ayuda de los demás (educadores, familia, entorno) le permitirá desarrollar su empatía en un futuro.
A medida que los niños vayan creciendo y aumenten en edad, con el desarrollo de los tres puntos anteriores, podrán ir adquiriendo habilidades socioemocionales y habilidades de vida. Reconocerán los sentimientos y las emociones de los demás, sabrán cómo ayudar a otras personas a que se sientan bien; su empatía irá en aumento y podrán mantener una buena relación interpersonal: la comunicación, resolución de conflictos de forma positiva, colaboración, etc., son algunas de las cualidades que irán adquiriendo progresivamente a medida que crecen. Del mismo modo que podrán experimentar bienestar con las tareas diarias, sociales y el tiempo libre.
Como hemos visto, el peso de la educación emocional en la educación infantil no puede obviarse. Es fundamental pues, que el educador no presente únicamente una formación relacionada, sino que también debe disponer de cualidades personales propias, habilidades psicológicas y sobre todo tener mucha inteligencia emocional.
No olvidemos que su misión será potenciar la individualidad personal de cada niño/a, y para ello debe saber primero cómo enseñar para posteriormente enseñar de verdad.
Fuente: Laura Gil Ferradás / actualidadenpsicologia.com