Una de las facetas más importantes del proceso de enseñanza y aprendizaje es la conexión que debe producirse entre los docentes y los estudiantes. A menudo, los docentes pueden encontrarse con la sensación de que los estudiantes parecen aprender de maneras que desconocemos. Los estudiantes pueden sentir que lo que escuchan en clase no está en “su idioma”.
El proceso de aprendizaje en la sociedad contemporánea no se puede abordar únicamente desde la psicología o la pedagogía, ya que está cruzado por múltiples factores: las condiciones sociales y materiales de quienes aprenden y los contextos y tiempos en los que el aprendizaje tiene lugar.
El aprendizaje como una trayectoria
Nuestra investigación sobre el proceso de aprendizaje de los universitarios contemporáneos parte de la base de que el aprendizaje es un proceso cognitivo, pero también performativo, experiencial y afectivo. Un proceso que ocurre no solo en espacios institucionalizados sino también en lugares que no están estratificados y estructurados y cada vez más digitalizados. Y que no se hace a solas.
¿Cómo dar cuenta de esta multiplicidad en constante movimiento, que buena parte de las instituciones universitarias no considera? Nuestro estudio no se ha hecho sobre los estudiantes, sino con ellos. Desde su perspectiva, no desde la académica. Hemos tenido casi 200 encuentros con 50 estudiantes colaboradores en la investigación. Y hemos abordado el proceso de aprendizaje como una trayectoria, que es continua y se sostiene sobre distintas experiencias de aprendizaje.
Los aprendizajes significativos se producen a través de espacios y tiempos variados, y a partir de un estudiante que es considerado como sujeto biográfico. Él mismo encarna, interpreta y anuda diferentes situaciones de aprendizaje más allá del aula. Los momentos y contextos que posibilitan un aprendizaje con sentido son aquellos en los que se tiene conciencia de que se ha cambiado lo que se pensaba sobre un aspecto del conocimiento o sobre sí mismo. En definitiva, cuando se sabe afectado. Lo que no sucede con frecuencia. En esta consciencia de cambio los dispositivos digitales son unos mediadores más que, como veremos más adelante, tienen efectos contrapuestos.
Diferencia entre estudiar y aprender
En las trayectorias se desvela que los colaboradores diferencian entre estudiar y aprender:
“Estudiando, haciendo un examen, yo te diría que no aprendo”, Carlota, estudiante de Comunicación Audivisual.
Para los estudiantes, aprender consiste, sobre todo, en transferir a nuevas situaciones (practicar) o ampliar la comprensión. El aprendizaje no es sólo una función cognitiva, sino un proceso situado. Lo que supone que tiene lugar en un tiempo, en unas circunstancias, a través de unas relaciones y que está en diálogo con otros momentos de su trayectoria de aprendizaje.
Para la mayoría el concepto de aprender es una noción inexplorada. Algo que se da por hecho y sobre lo cual no han tenido oportunidad de pensar. Cuando los estudiantes comienzan a reflexionar sobre su aprender se dan cuenta de la complejidad del proceso y del carácter social, afectivo, cultural y político del aprender.
Los estudiantes vinculan su noción de aprendizaje a que tenga relación con la práctica y con situaciones de la vida real. En este sentido, tienden a ser pragmáticos y les cuesta sostener un sentido del aprendizaje que valore el conocimiento por sí mismo.
Estrategias de aprendizaje
Las estrategias son los modos de activar el aprendizaje y ponerlo en práctica. Si se considera que todo aprendizaje depende del contexto en que se produce, no es posible establecer la eficacia de una estrategia para todos los estudiantes y en todas las circunstancias.
Para los participantes en nuestra investigación, las estrategias, además de cognitivas, son manipulativas, afectivas y relacionales. La base de las estrategias parece estar vinculada a la comprensión de lo estudiado. Y la comprensión requiere que lo que se trata de comprender se conecte con los bagajes que los estudiantes traen, con las conexiones que establecen con situaciones reales y, sobre todo, con el significado que dan a lo que entienden por aprender.
Estas son algunas de las estrategias que los estudiantes consideran relevantes:
- Conectar temas con situaciones reales.
- Ampliar las lecturas para abrir nuevas relaciones.
- Relacionarse con otros referentes en redes y plataformas.
- Jerarquizar y completar la información recibida.
- Aprender en grupo.
- Vincular lo aprendido con situaciones no académicas.
Tecnologías: facilitadoras y distractoras
Los estudiantes reconocen que las tecnologías operan de diversas y contradictorias maneras en sus trayectorias: como posibilitadoras y como distractoras del aprendizaje.
Como posibilitadoras les permiten profundizar en temas de interés, tanto relacionados con el ámbito académico como con el personal. Como distractoras, el diseño persuasivo de las aplicaciones les hace saltar y desplazarse entre tantos contenidos que su atención está continuamente dispersa y pueden verse atrapados en una constante superficialidad.
La enorme cantidad de información en línea les empuja a pasar constantemente de un tema a otro, leer sólo en diagonal, a dispersar su atención. Además, les priva de descanso, desconexión y reflexión.
En este punto no se puede decir de forma taxativa si son perjudiciales o beneficiosas. Depende de la curiosidad, disposición a situar las informaciones, a desplegar un sentido crítico sobre las fuentes a las que acceden. Para todo ello, el papel del profesorado es fundamental.
No perder la relación personalizada
La Organización Mundial del Comercio establece que la enseñanza universitaria es una industria al servicio del mercado. Este marco se refleja en el aumento de las ratios y la despersonalización del estudiantado, las limitaciones presupuestarias, el incremento de la burocracia, el olvido de los cuidados, la jerarquización de la organización y la extensión de la virtualidad.
En este contexto la docencia queda relegada a un segundo escalón, frente a la prevalencia de la investigación, que es la que se valora en los rankings que comparan y puntúan a las instituciones. Se da la paradoja de que lo que da prestigio a una universidad no es el interés que presta la docencia, sino la producción investigadora que tiene.
En cambio, de nuestra investigación se deduce que para estar en más sintonía con los modos de aprender de los estudiantes de nuestro tiempo, en lugar de aceptar esta realidad es necesario intentar poner en práctica los siguientes cambios:
- Priorizar el análisis de las trayectorias de los estudiantes en el proceso de enseñanza y aprendizaje.
- Favorecer unas condiciones en la docencia que consideren cómo los estudiantes aprenden y se relacionan con la información que se les ofrece.
- Mejorar la relación entre profesorado y estudiantes mediante la personalización, el conocimiento mutuo, la confianza y el cuidado.
- Revertir las limitaciones organizativas y presupuestarias para abordar la diversidad del estudiantado en las aulas universitarias.
- Ir más allá de la evaluación como repetición o aplicación de lo dicho en clase o realizado en los laboratorios.
- Considerar que las tecnologías están cambiando de manera profunda la vida y el aprendizaje, no siempre para bien. Teniendo en cuenta que los estudiantes se enfrentan, generalmente sin la ayuda de los adultos, a la ambigüedad y las contradicciones que genera el mundo digital.
Pero todo esto no se puede asumir si la universidad no tiene en cuenta cómo aprenden los estudiantes.
Fuente: Fernando Hernández y Hernández y Mar Sureda Perelló / theconversation.com