“Porque lo digo yo”. “En esta casa, mandan los padres”. Estas son algunas frases que señalan un tipo de educación autoritaria que está basada en el control y la obediencia. Ahora bien, el tipo de educación que brindan los adultos depende de un conjunto de factores, entre los cuales se destacan la propia educación recibida, las creencias y sus valores. También, de la influencia de la cultura y la sociedad en la que están insertos.
De acuerdo con estos factores, los progenitores implementan diferentes estrategias para lograr el objetivo deseado. De forma teórica y general, el plan se ubica en el polo del control, del apoyo y de la comunicación, lo que da lugar a cuatro estilos educativos: democrático, permisivo, autoritario y sobreprotector.
En la práctica no existen tipos puros, sino tendencias. Muchas veces, frente a una situación concreta, los progenitores operan de una forma y, en otras situaciones, de otra. Veamos de qué se trata la educación autoritaria.
Características de la educación autoritaria
Existen diferentes investigaciones acerca de los estilos educativos. Entre los estudios pioneros, nos encontramos con los de Diana Baumrind, entre los años 1967 y 1971, quien se ocupa de mostrar cómo dichos estilos varían en función de tres variables: control, comunicación e implicación afectiva.
En la educación autoritaria, el comportamiento de los progenitores es inflexible, dogmático, que no permite que sus hijos se salgan de la norma. El poder se basa en la coerción y en la jerarquía. Este tipo de educación está orientado hacia la obediencia:
- Las normas son muy estrictas.
- No da lugar a la negociación, sino que son los progenitores quienes toman las decisiones de manera unilateral. En general, tiene un apego por los llamados valores tradicionales.
- Está orientada hacia el control.
- Se emplea el castigo como método y no el reconocimiento o la alabanza. También, se utilizan amenazas verbales. En ocasiones, estos progenitores rechazan o ignoran a sus hijos como una medida de disciplina.
Educación democrática
A partir de lo anterior, la educación de tipo democrática o basada en el apoyo se caracteriza porque los hijos se sienten cómodos y seguros ante la presencia de sus progenitores. Así, encuentran validación en ellos, afecto y una buena comunicación. Los padres buscan inculcar ciertas conductas, pero también reconocen la autonomía de sus hijos y dan lugar a la negociación.
Por último, también es importante considerar que las interacciones no son unidireccionales, por más que pueda haber más protagonismo en una de las partes. Las relaciones siempre fluyen en ambos sentidos, son bidireccionales, es decir, padres e hijos se influyen mutuamente. Tener presente esta idea nos permite comprender que los estilos educativos también se ponen en práctica según las características y la personalidad de cada niño.
Consecuencias en los niños de la educación autoritaria
La educación autoritaria tiene consecuencias en los niños que trascienden a la etapa infantil y siguen presentes en el futuro. Estos efectos en los niños podrían sintetizarse del siguiente modo:
- Son inseguros, tienen baja autoestima y baja autoconfianza. Son poco tenaces en la consecución de sus metas.
- Aprenden que el control, la rigidez y el poder son las formas en que se obtienen las cosas.
- Pueden volverse personas sumisas, reservadas, con gran descontento y baja autonomía.
- Escasas competencias y habilidades sociales.
- Al orientarse a la obediencia y la sumisión, se deja poco margen a los niños para la creatividad, la prueba y error o el ensayo de sus propias respuestas y modos de resolver problemas.
- Los hijos responden movidos por el miedo, de modo que no se produce un real aprendizaje. Por lo tanto, también hay una pobre interiorización de las normas morales. Predomina el control externo por sobre el control interno.
La educación tiene efectos a largo plazo
La educación es mucho más que aprender a sumar, a restar o identificar ciudades en un mapa. En este sentido, vale la pena repensar en el modo en que se acompaña la crianza y se educa para ser capaces de reflexionar sobre aquello que queremos repetir respecto de nuestra propia educación y lo que queremos modificar.
Es importante reconocer qué prácticas contribuyen con una educación de calidad, amena y afectuosa. Actualmente, la crianza respetuosa es reconocida y valorada, pues entiende de la importancia de la educación para el desarrollo y la socialización de los niños. Esta reconoce a los pequeños como sujetos de derecho y busca acompañarlos en su crecimiento al apelar al equilibrio entre el afecto y la disciplina desde el respeto y la empatía.
Fuente: Maria Fátima Seppi Vinuales / eresmama.com