A lo largo de nuestras vidas, los seres humanos hacemos frente a nuevas situaciones, adquirimos nuevos conocimientos y los transferimos a nuevos contextos, desarrollamos nuevas ideas y habilidades, modificando incluso nuestro entorno para mejorar nuestro bienestar. Hacemos todo esto gracias a una extraordinaria herramienta llamada aprendizaje, que ha permitido a nuestra especie un mayor grado de flexibilidad y de adaptabilidad, situándonos en la cúspide de la evolución.
El aprendizaje humano adopta numerosas formas. En algunos casos puede observarse, pues lo que cambia es una conducta que podemos ver, por ejemplo, cuando un niño aprende a ponerse el abrigo. Pero en otras ocasiones lo que cambia es imposible de observar, por ejemplo, cuándo se comprende una explicación o se aprende a resolver un problema.
Aprendizaje accidental o intencional
Las personas pueden realizar aprendizajes complejos (el lenguaje oral, los valores, costumbres, etc.) sin realizar un esfuerzo consciente y de forma espontánea, a través de la observación, la imitación o la interacción con objetos o personas: es lo que se conoce como aprendizaje incidental.
Sin embargo, la mayor parte de los aprendizajes que realizamos durante nuestra vida son voluntarios e intencionales y consisten en sistemas complejos de conocimientos. Su adquisición requiere esfuerzo, una disposición favorable y voluntad para hacerlo. Estos aprendizajes son adquiridos en contextos institucionales específicos y son promovidos por agentes educativos profesionales.
¿Qué necesitamos para poder aprender?
El aprendizaje humano es complejo y las corrientes psicológicas nos han ofrecido explicaciones, a veces diferentes y a veces complementarias, de cómo aprendemos las personas y de cuáles son los principales procesos psicológicos implicados; y los factores, tanto personales como contextuales, que pueden favorecerlo o dificultarlo.
Estas aportaciones han contribuido a la comprensión del aprendizaje que se produce a lo largo de nuestro ciclo vital, así como al análisis, revisión crítica y mejora de las prácticas educativas vigentes.
Bases biológicas del aprendizaje
Para aprender algo es necesario que estemos biológicamente preparados. Esta determinación biológica está escrita en nuestro código genético, en el que pueden diferenciarse unos contenidos cerrados y unos contenidos abiertos.
La parte cerrada es bastante inflexible e incluye una serie de rasgos inmodificables, salvo por alteraciones genéticas, que nos definen como especie y un calendario madurativo que determina qué capacidades y destrezas son posibles en cada momento de nuestra vida.
Por ejemplo, los seres humanos nacemos con la capacidad para hablar, pero solo hablaremos cuando el cerebro alcance un nivel de desarrollo adecuado y nuestro aparato fonador esté preparado. El calendario madurativo determinará el momento en el que la adquisición del lenguaje tendrá lugar.
La parte abierta, una vez que las bases madurativas estén listas, dependerá de las interacciones de la persona con el entorno. La adquisición de un idioma concreto, el hacerlo de una forma más o menos fluida y con mayor o menor riqueza léxica-semántica es posible porque el lenguaje no es un contenido cerrado, como el color de los ojos o el pelo, sino un contenido abierto con posibilidad de desarrollo.
Un cerebro flexible
En el cerebro se encuentra el soporte físico de los procesos psíquicos. Las regiones de la corteza cerebral se desarrollan y diferencian anatómica y funcionalmente en diferentes momentos, ya que algunos procesos se dan antes del nacimiento y otros continúan hasta la edad adulta.
El cerebro es flexible y puede adaptarse a lo largo de la vida, incluso en situaciones de lesión cerebral. Las neuronas no están especializadas desde su formación, lo que da lugar a la modificación constante de la estructura del cerebro. A esta característica del sistema nervioso se llama plasticidad.
Se habla de períodos sensibles en el interior del cerebro para referirse a esos momentos en los que se produce la especialización de las neuronas y ciertos aprendizajes se realizan de una forma más adecuada y eficaz. Ello no quiere decir que los aprendizajes se produzcan de forma rígida en períodos fijos, sino que hay momentos más apropiados que otros para los diferentes aprendizajes. De hecho, se ha demostrado que en algunas partes del cerebro adulto hay regeneración neuronal a lo largo de toda la vida.
El origen social del aprendizaje
Los aprendizajes no están prefijados y la maduración por sí sola no es suficiente para que se produzcan: no aprendemos solos. El aprendizaje es el resultado de la interacción cotidiana que mantenemos con otras personas (padres, profesores, compañeros), y de las diversas actividades que nos plantea nuestra cultura. Es decir, un aprendizaje determinado se va a adquirir o no en función de las experiencias que vivamos.
En primer lugar, aprendemos a hacer las cosas observando o en colaboración con los demás y después, con la práctica, somos capaces de hacerlo solos. El aprendizaje es un proceso social, aprendemos en el contacto con nuestros semejantes y lo que aprendemos ha sido construido socialmente por otras personas y culturas que nos precedieron.
El papel del aprendiz
Con todo, la persona no es pasiva en este proceso. Desempeña una compleja actividad mental en la que interpreta las situaciones que vive en función de los conocimientos y de las experiencias previas que posee. Por ejemplo, si queremos que una persona aprenda las funciones del aparato respiratorio es necesario que tenga algunos conocimientos generales sobre la respiración o las partes del aparato respiratorio.
Para aprender también son necesarios los procesos cognitivos: la atención, la percepción, la memoria. Percibir, seleccionar, codificar, interpretar y recuperar la información son habilidades que están implicadas en muchos de los aprendizajes cotidianos.
Los estilos de aprendizaje
Pero no las utilizamos de la misma manera: las personas tienen distintos estilos en la forma de percibir, procesar y manejar la gran cantidad de información que le ofrece la sociedad actual. La persona hará frente a esta saturación informativa al poner en marcha las habilidades metacognitivas.
La metacognición es fundamental en el proceso de aprendizaje. Implica que la persona es consciente de lo que aprende (conocimiento metacognitivo) y que sabe cómo realizar y utilizar nuevos aprendizajes (habilidades metacognitivas/autorregulación).
El tomar conciencia de los aspectos que influyen en el aprendizaje y el hacer uso de forma deliberada e intencional de los conocimientos previos, destrezas y estrategias de aprendizaje será clave para que se produzca un buen aprendizaje.
El papel de las emociones
Pero el aprendizaje no sólo es resultado de los procesos cognitivos y metacognitivos que se utilizan para aprender y saber qué aprendemos, también debemos tener en cuenta los procesos afectivos y motivacionales, que incluyen las razones, propósitos y metas de cada uno y que determinarán la actitud del aprendiz o disposición a aprender.
Una actitud positiva y crítica ante lo que se debe aprender es fundamental pues potenciará el esfuerzo y la dedicación. El vivir el aprendizaje como una oportunidad de crecimiento personal, sentir interés por aprender, trabajar por el placer de aprender y sentirse competente al dominar la tarea, son cruciales para que se produzca un aprendizaje significativo.
Las emociones y sentimientos que experimentamos cuando aprendemos dependen de nuestro autoconcepto y autoestima y mediatizarán los procesos cognitivos, metacognitivos, motivacionales y relacionales que se ponen en marcha durante el proceso de aprendizaje.
En la sociedad actual el conocimiento está en continua transformación, esto hace necesario el aprendizaje continuo que se produce a lo largo de toda la vida.
Fuenet: Mar García Señorán / theconversation.com