Sofás, gradas, mesas abatibles, alfombras, armarios con ruedas, plantas, taburetes apilables, colores, huerto, pantallas interactivas… y mucho movimiento. De alumnos y docentes, pero también de mobiliario. La distribución de las aulas del futuro poco tiene que ver con esa imagen de filas de pupitres colocados unos detrás de otros frente a una pizarra machorreada con restos de tizas de colores. Los expertos en pedagogía trabajan desde hace tiempo en proyectos relacionados con el rediseño de estos nuevos espacios no solo para adaptarlos a las nuevas tecnologías sino también para adecuarlos a un sistema de enseñanza que vaya más allá de la mera transmisión de contenidos.
«Se trata de aprender haciendo», resume José Luis Fernández Díaz, jefe del Área de Experimentación del Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y Formación del Profesorado (INTEF), que trabaja en colaboración con las comunidades autónomas para hacer realidad en el medio plazo la habilitación de aulas del futuro en colegios e institutos, tanto de la red pública como de la concertada y privada. «La idea consiste básicamente en explotar todas las posibilidades pedagógicas que ofrece la reconfiguración de las clases en diferentes zonas de trabajo, donde el alumno es el protagonista de todo el proceso: se mueve, investiga, interactúa, desarrolla, presenta, crea... Esto no quiere decir que la enseñanza tradicional desaparezca por completo, pero tiene que perder peso en favor de otro tipo de metodología más activa», añade el directivo. Una encuesta realizada recientemente por varias universidades catalanas no puede ser más reveladora a este respecto: 6 de cada 10 profesores consideran que cambiar el diseño de las aulas es una de las claves para mejorar la enseñanza.
El papel de los profesores
«Muchas veces los propios docentes asumimos que los espacios tienen que ser así sin pararnos a pensar en cómo influye la distribución física de las clases en nuestra manera de enseñar», admite Guillermo Bautista, profesor de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) e investigador principal del ‘Smart classroom project’, una idea que surgió precisamente de la necesidad de «repensar los espacios de aprendizaje» para mejorar la enseñanza. «El aula tradicional de pupitre y pizarra no responde en absoluto a lo que dice la ciencia sobre cómo se debe enseñar. Las clases de muchos colegios e institutos no invitan a aprender. La mayoría son espacios desagradables que no predisponen al bienestar físico ni psicológico. Para que haya aprendizaje tiene que haber movimiento», insiste Bautista. Y pone un ejemplo. «La ciencia nos dice que colaborando aprendemos más y mejor y, por lo tanto, el espacio debe propiciar esta colaboración e interacción entre los alumnos. Por ejemplo, si organizamos la actividad de la clase con grupos de cuatro niños a los que se les plantea un reto o un proyecto, lo lógico será que el aula disponga de un espacio adecuado que permita que el grupo colabore y tenga cierta autonomía para usar los recursos que necesita: desde moverse por el aula, buscar, salir de la clase, experimentar… Con esta nueva distribución del trabajo en las clases, la actividad en el aula también se diversifica y el espacio tiene que responder constantemente a estas nuevas necesidades organizativas con una distribución y un mobiliario adecuado a cada caso», explica el profesor de la UOC.
«Olor a humanidad»
Flexibilidad, investigación y bienestar son tres de los conceptos que más repiten los expertos a la hora de explicar la filosofía y diseño de las nuevas clases. En el caso del proyecto Aulas del Futuro desarrollado por el INTEF, la distibución del espacio también se organiza «atendiendo al desarrollo de habilidades en los alumnos. De este modo, la clase se entiende como un espacio de aprendizaje reconfigurable, dividido en seis zonas: investiga, explora, interactúa, desarrolla, crea y presenta, que tienen como finalidad estimular el aprendizaje en los alumnos. Cada zona incluye además mobiliario y medios tecnológicos específicos. Desde pantallas digitales a cámaras o estudios de grabación, pero también un rincón tradicional de trabajo», precisa José Luis Fernández Díaz.
En cualquier caso, el experto del INTEF insiste en que el objetivo final del proyecto de las aulas del futuro va más allá de un cambio estético, que también. «El objetivo final del proyecto no es otro que cambiar la metodología de la enseñanza en la red educativa española. Por eso también es muy es importante que los profesores tengan los recursos suficientes para poder sacarle chispas a estas nuevas aulas. No vale de nada que pongamos muebles chulísimos y flexibles si los docentes no tienen las competencias pedagógicas necesarias para explotar todos los recursos a su alcance».
De hecho, una de las críticas que se le suelen hacer a las denominadas aulas inteligentes es precisamente que la mejora de las clases se reduce a un tema estético. «Muchas veces nos dicen cosas tipo ‘con pintar dos paredes no se soluciona el problema de la educación’. Claro que no. Por eso se debe implicar toda la comunidad educativa del centro. El diseño de las aulas es personalizado y obedece a la necesidad de cada clase. No se puede establecer un modelo único de aula. La distribución tiene que reflejar el proyecto educativo del centro. No tiene nada que ver un aula diseñada para alumnos de infantil con la distribución y el mobiliario de una clase de Formación Profesional o de Bachillerato», argumenta Bautista.
El proyecto Smart Classroom Proyect aborda el bienestar físico y emocional de alumnos y profesores desde un punto de vista global.
–¿Y esto en qué se traduce?
–Flexibilidad y distribución del aula, colores, texturas, pero también acústica, ventilación… Tú me puedes decir, ‘pero ¿en qué influye la ventilación del aula en el aprendizaje?’ Pues mucho más de lo que pensamos. Evidentemente afecta más que el profesor sea bueno o que no haya más de diez niños por clase, pero todo suma. Imagínate que vas al instituto. Entras en clase y huele a humanidad. Es la hora de despues de comer y te está entrando el sueño. Encima el profesor te está dando una charla sobre un tema que no te interesa en absoluto. ¡Cómo no te va a afectar que el aula esté bien ventilada!. Todo lo que tiene que ver con el espacio, ayudar a mejorar la pedagogía», concluye Bautista.
EL DECÁLOGO DE LAS SMART CLASSROMM O AULAS INTELIGENTES
- Flexibilidad
- No existe un modelo único de aula, de ahí la importancia de que todos los espacios y el mobiliario sean flexibles. «Tiene que responder a todas las necesidades de aprendizaje, tanto en su configuración como en su diseño». El espacio no determina unas zonas concretas para cada actividad, sino que permite infinitas configuraciones en una misma clase. Armarios que se mueven, mesas que se pliegan o se separan, pantallas táctiles…
- Adaptabilidad
- El espacio debe adaptarse al proyecto educativo de cada centro y a sus necesidades específicas «para atender a la diversidad». A unos colegios les puede interesar más tener aulas abiertas al exterior o con gradas y a otros un mobiliario concreto para el tipo de actividades que realizan.
- Confort
- Tanto los profesores como los alumnos «tienen que estar mejor de lo que están ahora». La idea es buscar su bienestar tanto físico como psicológico, en el que influye desde la distribución del espacio hasta parámetros ambientales que no siempre se tienen en cuenta como, por ejemplo, una buena ventilación.
- Multiplicidad
- Se trata de disponer de los recursos adecuados «para ofrecer las máximas posibilidades de aprendizaje, así como un amplio abanico de propuestas didácticas».
- Conectividad
- Es importante disponer de una «conexión de máxima calidad y dispositivos suficientes para conectarse de forma ágil y sencilla».
- Personalización
- «Profesor y alumnos deben identificarse con la nueva clase y sus dinámicas». Aunque se trate de un espacio flexible, el aula incluye zonas personales para guardar las pertenencias de cada uno.
- Organización
- Se deben aplicar criterios y estrategias que permitan organizar los recursos y elementos que llenan el aula de manera que se mejore su uso y funcionalidad.
- Apertura
- El aula debe estar abierta visual y físicamente al exterior y a otros espacios como pasillos y zonas comunes, que también se integran como zonas de aprendizaje donde los profesores continúan su labor pedagógica. La idea es que clases se pueden dar en cualquier espacio del colegio o instituto.
- Seguridad
- Alumnos y docentes tienen que tener una «completa sensación de seguridad cuando usen tanto los espacios como los elementos que los configuran».
- Sostenibilidad
- Son espacios diseñados para fomentar la cultura de la sostenibilidad y el reciclaje, con mobiliario fabricado con elementos no contaminantes y respetuosos con el medio ambiente.
Fuente: elcorreo.com