La música tiene un poder transformador en la vida de los niños. Su capacidad para estimular el desarrollo cognitivo, emocional y social es innegable, y sus beneficios van más allá del aula. Según numerosos estudios, la música influye positivamente en el desarrollo del lenguaje, incentiva la creatividad y la imaginación, mejora la atención y la memoria y fomenta habilidades de planificación e inteligencia. Además, puede aumentar la autoestima, reducir las conductas de riesgo y agresividad, e incluso disminuir el embarazo adolescente.
Y los beneficios de la música no terminan en el desarrollo académico o emocional. La música también nos conecta con otros, nos impulsa a descubrir talentos ocultos y a romper barreras que parecían inalcanzables. Puede ayudarnos a encontrar nuestra identidad, superar miedos y crear nuevas metas.
En esta entrada, compartimos un proyecto que, a través de la música, permitió que 280 niños y adolescentes de entre 10 y 17 años comenzaran a soñar con un futuro mejor.
Música para cambiar vidas
Las comunidades de Leticia, Puerto Nariño y Caballococha, ubicadas en la frontera amazónica entre Colombia y Perú, son zonas alejadas y vulnerables, donde las oportunidades son limitadas y los niños y adolescentes conviven con altos niveles de violencia física y sexual. El acceso es difícil: llegar desde Lima puede llevar más de 30 horas, alternando entre lancha, ferry por el río Amazonas, avión y autobús.
En estas zonas, los servicios básicos de educación y salud son limitados, y los programas de alimentación escolar o servicios para la primera infancia son prácticamente inexistentes. A menudo, las únicas oportunidades económicas están vinculadas a actividades ilegales como el cultivo de coca, lo que pone a los niños en riesgo de explotación y adicciones. La desnutrición, la anemia y el embarazo adolescente también son problemas recurrentes.
Para proteger a estos niños y adolescentes de las influencias negativas en su entorno, desde el Banco Interamericano de Desarrollo nos aliamos con dos reconocidas fundaciones que se han apoyado en la música como una herramienta de transformación social: la Fundación Nacional Batuta, en Colombia, y Sinfonía, en Perú. El objetivo fue desarrollar actividades musicales que les permitieran pasar más tiempo en un entorno seguro y positivo, donde pudieran disfrutar, aprender a trabajar en equipo y desarrollar un proyecto de vida saludable y esperanzador. Con financiamiento del Fondo de Desarrollo Binacional de Colombia y Perú, además, se buscó promover la integración fronteriza y el rescate de la cultura local.
Así, organizamos talleres de formación coral, que incluyeron un repertorio de canciones en ticuna, la lengua local, y llevamos a cabo residencias artísticas y conciertos para fomentar la integración entre los niños más allá de las fronteras. Ellos se juntaron a ensayar y a realizar otras dinámicas de socialización.
Además, implementamos iniciativas de liderazgo a través de tallerespara promover valores como la responsabilidad, el compromiso, la empatía, la resiliencia y la colaboración. El objetivo de estos talleres fue fomentar en los niños ciudadanías activas, capacidad de ser agentes de cambio y líderes en sus comunidades.
El programa culminó con un emocionante concierto en el Gran Teatro Nacional de Lima, donde los niños cantaron ante un público de mil personas. Fue la primera vez que se presentaron en un escenario y, además, para la mayoría fue la primera experiencia fuera de sus comunidades. Nunca antes habían subido a un avión ni visitado una ciudad tan grande. Las caras de emoción de los niños y el orgullo de sus padres resumieron perfectamente lo que significó esta experiencia en sus vidas.
Más allá de la música
Este tipo de intervenciones, donde el arte y la protección social trabajan de la mano, no solo logran reducir conductas de riesgo; también abren puertas hacia un futuro lleno de posibilidades.
La música demuestra, una vez más, que es capaz de transformar vidas, cultivar sueños y crear puentes hacia un mañana mejor: confiamos que, con el tiempo, estas experiencias artísticas dejen huellas profundas en los niños, formando adultos más resilientes, seguros de sí mismos y capaces de contribuir positivamente a sus comunidades.
¿Conoces otras experiencias en las que la música haya sido un motor de transformación? ¡Cuéntanos en comentarios!
Fuente: Cristina San Román / blogs.iadb.org