Su objetivo es poner en el centro las emociones de los estudiantes. Por ello, es esencial trabajar con ellos áreas relacionadas con el autoconocimiento o la empatía. La docente Àngels Soriano explica cómo crearlo paso a paso.
‘No me siento bien’ es una frase que podemos escuchar por el pasillo de cualquier centro educativo. De hecho, no hay día en el que la salud mental y emocional de los jóvenes no sea motivo de debate en los medios de comunicación. Y no es para menos: según datos del informe ‘Estado Mundial de la Infancia 2021’, más del 13% de los adolescentes de 10 a 19 años padecen un trastorno mental diagnosticado; y cada año mueren 45.800 por suicidio, es decir, más de uno cada 11 minutos.
Sin lugar a dudas, resulta fundamental ofrecer un espacio real a las emociones dentro del aula y hacerlo como una apuesta de centro, para lo que resulta adecuado desarrollar un plan de acción en el que se establezcan objetivos secuenciados, actividades en diferentes niveles y con indicadores de logro que ofrezcan datos objetivos de la intervención llevada a cabo; es decir, un acompañamiento educativo centrado en el ámbito emocional.
Plan de acompañamiento: paso a paso
El plan de acompañamiento emocional permite al profesorado acompañar a los estudiantes desde la empatía y el diálogo, y ellos a su vez consiguen un desarrollo madurativo y mayor crecimiento personal. En primer lugar, y para implantarlo, hay que tener en cuenta las distintas fases:
- Análisis de necesidades
- Planificación según el contexto educativo y social donde se encuentra la escuela
- Objetivos a lograr
- Agentes participantes
- Puesta en marcha y valoración de los objetivos
Así, el programa de acompañamiento educativo constará de los siguientes bloques de contenidos o áreas de trabajo con el alumnado:
Autoconocimiento: identificarán cómo reaccionan a las situaciones de estrés, cuál es su patrón de respuesta (sentir-actuar-pensar), además de identificar las emociones a partir de una selección del vocabulario común que las identifique. Después, se analizan a través de diferentes estímulos, como la música (supongamos que tenemos una melodía de piano creada exclusivamente para nosotros, y la usamos como elemento relajante), vídeos que combinan imagen y música o relajación con visualización de mindfulness.
Empatía: análisis de situaciones conflictivas para saber y entender cómo ponerse en el lugar del otro.
Habilidades sociales: identificación de la necesidad del grupo, de cómo se gestionan las interacciones y los conflictos, también como oportunidad de aprendizaje emocional.
Planificación de objetivos: identificar el objetivo que el estudiante reconoce a partir de una serie de características sobre cómo son: positivos, específicos, con sentido, medibles, ambiciosos, realistas, temporalizados, ecológicos y con una recompensa. Es muy posible que a lo largo de la temporalización se tenga que revisar y redefinir el objetivo porque el estudiante no siempre va a poder establecer la formulación a la primera. Sin determinar que implica, cuándo, de qué forma lo vamos a hacer o qué supondrá lograrlo. También habrá que determinar la recompensa del logro que, en ocasiones, implica a la familia del alumnado. No hay que pensar solo en una recompensa material: puede ser tiempo compartido en familia, una escapada, ir al cine, teatro, concierto… o una celebración fuera de casa, pero que el logro sea un tiempo compartido de celebración.
Seguimiento dialógico: se realiza a través de entrevistas y conversaciones tanto formales como informales que dependerán de los agentes que utilicemos para llevarlas a cabo: el tutor del grupo, una selección de docentes que apadrinan a determinados estudiantes o, incluso, entre estudiantes, como un programa de mentoring educativo.
Celebración del logro: si el objetivo se logra es importante que la recompensa esté determinada previamente, porque va a ser un punto de motivación para los adolescentes, y sobre todo para que en el futuro se pueda volver a ese momento emocional en el que lo lograron, para poder recuperar esas emociones positivas y planificar nuevos objetivos y propósitos vitales.
El plan de acompañamiento educativo debería ajustarse a las necesidades del centro educativo: puede ser para un nivel educativo, como 4º de ESO, por la finalización de la etapa, o para una etapa como Bachillerato, en la que se necesita un mayor acompañamiento emocional frente a agentes externos, como las pruebas de selectividad, por ejemplo. Incluso es posible llevarlo a cabo dentro de la acción tutorial del centro, a través de las actividades que se desarrollan dentro de la hora de tutorización.
Fuente: educaciontrespuntocero.com