La pandemia, la virtualidad y muchas enseñanzas aprendidas
Todos recordamos los drásticos cambios que nos obligó a vivir la pandemia el 2020. El sector independiente e informal tuvo que ingeniárselas para sobrevivir el día a día, otros tuvieron que recurrir al teletrabajo y miles de estudiantes vieron en la educación virtual, apoyada en plataformas entonces novedosas como Zoom o Meet, una gran opción para no interrumpir su año académico.
“Creo que durante la pandemia hemos tenido muchas lecciones aprendidas y hubo grandes esfuerzos por parte de las universidades para ofrecer un servicio a distancia. Muchas veces llamado “remoto de emergencia” porque no necesariamente se ofrecía una educación virtual regular sino que suspendieron las clases tradicionales expositivas presenciales por clases expositivas por Zoom. Yo creo que Sunedu avanzó durante y después de la pandemia, al dar estas tres opciones de modalidad semi-presencial, virtual y presencial y convocar a las universidades a que se licenciaran en estas modalidades; y se empezó un proceso de licenciamiento de programas no presenciales verificado por Sunedu. Entonces, si ellos ya hicieron una revisión de los expedientes y una aprobación, prohibirla ahora es un retroceso así como cambiar las reglas de juego sin previo aviso”, sostiene Cristina Del Mastro, vicerrectora académica de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), en entrevista con El Comercio.
“La calidad va más allá de la presencialidad”
En ese sentido, Del Mastro señala que más que prohibir, se trata de cumplir con los estándares de calidad tanto en la modalidad presencial, semi-presencial como virtual y esto no siempre va de la mano con los porcentajes.
“No se trata tanto del porcentaje sino de asegurarse de cumplir con los estándares de calidad verificables en las distintas modalidades de estudio y a veces se entiende que el porcentaje de presencialidad nos va a dar una mejor calidad de educación y ese es un criterio falso, es decir, ‘Si yo aumento 20% o 10% de presencialidad aseguro una mejor calidad’, eso no es verdadero, la calidad va más allá de la presencialidad”, explica.
En esa misma línea, Ivan Montes Iturrizaga, docente de cursos de investigación con amplia experiencia en la modalidad a distancia y profesor de la Universidad Continental desde hace siete años, sostiene que “la calidad de la educación universitaria no está amarrada o enlazada dogmáticamente a una modalidad determinada. Por tanto, tenemos programas a distancia dentro de la oferta nacional que pueden ser buenos y otros que seguramente carecen de las condiciones básicas. Lo mismo ocurre en la modalidad presencial y semi presencial, entonces, la modalidad no está casada con una calidad determinada”.
La virtualidad según la carrera
Un punto importante en todo esta problemática es que si bien se defiende la educación virtual como una oportunidad de aprendizaje, es importante tener en cuenta la naturaleza de cada carrera y qué tanto le es favorable a cada una de ellas la virtualidad.
En ese sentido, Montes Iturrizaga considera que la modalidad a distancia y la modalidad 100% virtual, satisfacen realmente una demanda de personas que trabajan o personas que quieren hacer una segunda carrera o personas que trabajan en localidades donde no existen universidades. “Yo creo que el problema es que cada carrera profesional tiene una naturaleza propia que seguramente uno podría estimar que para un conjunto de carreras el 100% de presencialidad o la educación a distancia con un componente de presencialidad seguramente será lo más adecuado y para otras que seguramente usan laboratorios como es el caso de las carreras de medicina, no sea pertinente un fuerte componente de virtualidad”.
Para Del Mastro, esta es una de las aristas que más polémica genera y según su punto de vista, las prácticas pre-profesionales sí requieren de una presencialidad y un esfuerzo por parte de las instituciones para que estas sean accesibles a los estudiantes. Sin embargo, “todas estas reglas, deben ser comunicadas desde que el estudiante se inscribe en el programa, con el fin de que pueda organizar sus tiempos y pueda acceder a su proceso formativo con las reglas claras y no cambiárselas en medio del camino”.
En busca de una educación virtual de calidad
Desde que se hiciera oficial y masiva la educación a distancia en el Perú ha tenido detractores como partidarios. Quizás por los resultados regulares de un inicio de emergencia y hasta por un tema de desconocimiento o prejuicio.
“Creo que el Perú a nivel regional está bastante atrasado con respecto a la educación virtual porque también antes de la pandemia esta se prohibía. Entonces, se parte, lamentablemente, por malas prácticas en el país, se parte del prejuicio de que la educación virtual es un engaño para los estudiantes y probablemente en algunos casos lo sea. Lo que creo que habría que hacer es ofrecer programas donde los materiales y los profesores estén especialmente preparados para acompañar a estudiantes que no se encuentran presentes en las aulas universitarias pero que pueden aprender a través de otros medios como pueden ser los materiales auto instructivos, actividades de aprendizaje colaborativo en línea o acceder a sus profesores a través de videoconferencias. Hay una serie de recursos que se pueden combinar para que puedan asegurar un buen aprendizaje”, sostiene Del Mastro.
Desde su experiencia como docente en la modalidad virtual, Montes Iturrizaga explica que hay todo un trabajo previo detrás de cada clase. “En el 100% de las clases que vengo impartiendo en los últimos 18 años, por ejemplo, todas mis clases son sincrónicas (tiempo real). Hay actividades de planificación, tengo que diseñar muy bien las lecturas, tengo que hacer retroalimentación con pruebas de desempeño, es decir, que no es una examen de 10 ítems solo para marcar, sino la preparación de un proyecto, de un ensayo, de un artículo crítico. Participar en debates, en otras palabras, no es lo que seguramente se piensa desde afuera”.
Para el docente, en 2020 el Perú dio un salto importante en materia de educación virtual porque “muchas universidades que no habían podido experimentar la bondades de la educación a distancia tuvieron una educación remota de emergencia, donde todos hemos estado incluidos y que fueron comprendiendo de que podrían ofertar estos programas bajo esta modalidad”.
Desde el aula virtual
Luz Alvarado tiene 35 años, es traductora de profesión y madre de dos hijos. En 2020, en medio de la pandemia, decide postular a la universidad y experimentar el inicio de una segunda carrera profesional en su etapa más adulta. Es así que como primera opción, se interesa por una universidad mexicana que impartía clases a distancia pero la Sunedu le advirtió que posiblemente tenga problemas de convalidación con el Colegio de Psicólogos del Perú, por lo que decide mirar el mercado peruano y postula a la Universidad Continental, una casa de estudios que se adecuaba a su presupuesto y horarios.
Desde su experiencia como alumna virtual, Luz aclara que su actual casa de estudios les advirtió a los alumnos desde un principio que las clases no serían 100% virtuales, esto debido a que el internado de Psicología debía ser presencial al igual que algunos talleres hacia el final de la carrera que necesitan de la presencialidad.
A falta de dos años para terminar la carrera, Luz considera importante esta nueva experiencia universitaria. “Me ha permitido, en otro tiempo de mi vida en la que tengo dos hijos y un trabajo, una flexibilidad de estudios que me viene bien. Las clases virtuales son como las presenciales, te conectas, prendes la cámara, participas, haces preguntas, te evalúan en la plataforma que nosotros tenemos y cuando hay que rendir un examen, tienes que hacerlo con la cámara prendida a través de un programa especial que también tiene la plataforma y por el que no puedes moverte porque si te mueves se cancela el examen”, explica.
Mucho por mejorar
Luz reconoce que todavía hay mucho que mejorar en la educación virtual, sin embargo es un error pensar que esta modalidad es en la actualidad como lo fue en sus inicios pandémicos. Por otro lado, destaca que acciones como el copiar en clase, faltar a ellas, ocurre en ambas modalidades y es al final, como siempre ha sido, que quedan los que realmente quieren estudiar.
En cuanto a la sociabilidad que muchos apuntan es importante para el estudiante, Luz reconoce que si bien puede ser enriquecedor para el alumno promedio, habría que tener en cuenta también a aquellos alumnos de 18 0 19 años que no pueden acceder a una universidad de manera presencial.
“Esa es la realidad del limeño promedio, pero no la realidad de muchas provincias que no tienen una oferta universitaria adecuada”.
Sobre este punto, Del Mastro sostiene que “hay un componente de socialización y de vida universitaria que no se debe perder, siempre y cuando los estudiantes puedan acceder a esa experiencia presencial”.
“Este es el caso de los alumnos de 18 que recién empiezan la universidad. Acá sí se está optando por una semi presencialidad, incluso una virtualidad con un 20% de presencialidad, que debería estar sobre todo, según mi opinión, en los primeros ciclos, para que los alumnos puedan interactuar y conocerse porque el aprendizaje no es individual, es social y todos aprendemos el uno del otro y es un complemento a la parte académica”.
Del Mastro señala también que uno de los grandes problemas en toda esta maraña educativa es la falta de conectividad y de eso, aquellas instituciones que apuestan por la educación virtual o semipresencial, tienen que asegurar llegue sin dificultades a los estudiantes así como garantizarles las condiciones mínimas para que se pueda dar este proceso.
“Yo creo que siempre debemos poner en el centro a los estudiantes y sus necesidades de aprendizaje y desarrollo como ciudadanos. Nuestro deber es darle las mejores condiciones para que puedan estudiar y puedan alcanzar sus proyectos de vida. En la mayoría de los casos será, sobre todo cuando son muy jóvenes, la alternativa presencial pero no podemos negar que hay un conjunto de la población joven que tal vez no pueda acceder y que la educación semi presencial o virtual puede ser una alternativa válida siempre y cuando se ofrezca con la calidad necesaria”.
Ya para finalizar, Montes Iturrizaga destaca que la diferencia en la enseñanza virtual la marcará las condiciones de aprendizaje, los materiales, las plataformas y a quién tenemos al frente como docente.
“Podemos tener un buen docente, pero si no tenemos un buen soporte tecnológico y académico no funciona y viceversa, podemos tener un excelente sistema y soporte y gestión tecnológica pero si no tenemos un buen docente al frente tampoco funciona… Es por eso tan importante que las instituciones encargadas de identificar este tipo de problemas, no ‘post mortem’ sino antes, puedan sugerir o instruir a las universidades a que puedan corregir aquellas deficiencias que se hayan podido encontrar”.
Fuente: Gabriela Delgado / elcomercio.com