Una vez finalizada la etapa de enseñanza obligatoria, los jóvenes se enfrentan al complejo desafío de decidir cuál será su futuro académico y profesional a partir de ese momento. Es una de esas decisiones que marcan un antes y un después en la vida. En la mayoría de los casos, es la primera vez que recae sobre nuestros hombros algo tan determinante.
Empezamos a prestar atención a la información en medios sobre las carreras más demandadas, los estudios de formación profesional mejor pagados, el perfil de egreso con mayores oportunidades de inserción laboral, etc. Multitud de datos que abruman a cualquiera, especialmente cuando pueden llegar a tener un impacto tan fuerte en la vida de una persona.
La decisión se ve complicada porque durante la adolescencia, cuando la mayoría de personas se ven en situación de tomarla, aún se está desarrollando el autoconcepto, explorando los intereses, metas, valores… ¿Cómo entonces decantarse por unos estudios alineados con las propias percepciones o aspiraciones personales y profesionales?
¿Cuál es, por ejemplo, la influencia de los amigos, en una etapa en la que son determinantes su opinión y la presión del grupo? ¿Y la de la familia, en especial padres y madres? Expectativas parentales o experiencias pasadas pueden llegar a anteponerse a las verdaderas aspiraciones y capacidades del interesado.
En este contexto, hay dos herramientas personales muy necesarias: la autoeficacia y la confianza. Una mayor confianza en las propias habilidades y en la capacidad de éxito reman a favor de tomar una decisión acertada.
¿Se puede ayudar desde fuera?
Es inevitable que padres y madres se sientan preocupados en esta etapa, ya que son conscientes de la importancia de la decisión sobre estudios no obligatorios. Puede incluso que conozcan o hayan vivido experiencias negativas ante una mala decisión. Tampoco son ajenos al bombardeo informativo de los medios de comunicación.
Si conectamos la televisión o abrimos el periódico diario encontramos, cercanos a la fecha de la EBAU, titulares alarmantes como las tasas de abandono de estudios superiores en España. Según el informe del Ministerio de Universidades elaborado en 2020, la tasa de abandono era superior al 22,6 % en el curso 2018–19: 1 de cada 5 estudiantes abandonó sus estudios sin completarlos.
El entorno social y familiar debe respetar los ritmos de desarrollo de los jóvenes, apoyando su crecimiento y bienestar, y brindando apoyo desde el respeto a sus preferencias. Esto es posible si reconocen su diversidad, practican la escucha activa siendo flexibles en las expectativas, e incluso, fomentan su autonomía y toma de decisiones.
Factores de abandono
Por tipo de institución, las universidades públicas tienen tasas de abandono más bajas que las privadas o centros adscritos. Aunque el porcentaje ha disminuido, aún continúa siendo significativo.
Encontramos diversos factores de abandono. Uno de los principales es la falta de motivación del alumnado o incluso un desajuste entre las expectativas personales y los estudios escogidos. No podemos obviar que los problemas económicos también pueden llevar a dicho abandono.
Metas claras
Entender los factores asociados a este abandono educativo temprano es importante a la hora de tomar decisiones. Los más habituales son la pérdida de interés por iniciar unos estudios sin tener claras las metas profesionales, las dificultades académicas con las que no se contaba (con las consiguientes situaciones de frustración y bloqueo mental) y los problemas emocionales no gestionados adecuadamente que disminuyen nuestra capacidad de mantener la atención en los estudios.
Por ello, podemos buscar y recibir apoyo de nuestro entorno cercano en los siguientes ámbitos:
- Apoyo emocional. Frente a la incertidumbre, el desasosiego o el estrés de este momento, la familia puede ofrecer herramientas para gestionar preocupaciones y brindar recursos para mantener una mente positiva en el proceso. Como, por ejemplo, mantener un estilo de vida saludable, practicar un diálogo interno positivo, desarrollar el sentido del humor, etc.
- Exploración del mundo. Investiguemos nuestras opciones y busquemos información sobre nichos de empleo, testimonios de profesionales que han recorrido ese mismo camino, consejos de mentores en una determinada área acorde a las preferencias de los estudiantes.
- Orientación vocacional. Esencial en esta etapa, nos ayuda a ahondar en nuestras fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas. Debemos explorar nuestros intereses, valores, incluso aquello que se nos da bien (habilidades), para encontrar opciones profesionales relacionadas.
- Ferias educativas. Es importante tener la oportunidad de recorrer las distintas instituciones educativas que pueden tener a su alcance, conocer a fondo los planes de estudios, requisitos de acceso, financiación de estudios, etc.
Fuente: María Auxiliadora Ordoñez Jiménez / theconversation.com