Los padres y madres que optan por estos centros lo hacen por ser respetuosos con los ritmos de crecimiento e intereses de su hijo. En estos colegios son los alumnos quienes gestionan el tiempo y el ritmo de trabajo.
En Pamplona hay una escuela pública punta de lanza de la educación activa y de vanguardia. Se llama Mendigoiti y en este colegio no hay libros de texto, ni filas de pupitres mirando al profesor, ni el alumnado está en silencio con la mano alzada esperando a que le den permiso para hablar. Hay color, materiales diversos, esquinas y rincones con distintas propuestas y niños y niñas de diversas edades, investigando, debatiendo y pensando en comunidad.
Edurne Sanzo es madre de una niña de 10 años que va a quinto de Primaria y venía de otro centro. Cuenta que el primer cambio brusco al llegar a la nueva escuela fueron los espacios: “Las aulas no son uniformes, están abiertas, y hay plantas y rincones. La luz natural es esencial, y de un día para otro el entorno puede cambiar por completo”. Su hija puede sentarse en el pasillo o en un sofá. También puede hacerlo durante el recreo para cumplir con los contenidos del currículum (le llaman propuestas). Pero son los alumnos quienes gestionan el tiempo y el ritmo de trabajo. Sanzo explica que el profesorado es una muleta, un apoyo, una fuente de consulta.
Cuando esta madre entró por primera vez en la nueva escuela asegura que hasta ella quiso volver al colegio otra vez. Está contenta con el método activo porque le da libertad a su hija: puede elegir ambientes y decidir entre hacer radio, botánica o experimentos, por ejemplo: “El método le enseña la cooperación, la autorregulación y a hacerse responsable de sus propias inquietudes y decisiones”. Para esta madre, la escuela tradicional mata las preguntas: “Yo fui a una, como la anterior a la que fue mi hija, en la que el proceso era de homogeneización. Todos los niños y niñas haciendo lo mismo, imponiendo ritmos, tareas repetitivas, sentados y en silencio”. Según explica, la escuela activa es la propuesta inversa: “Cumplir con los deberes curriculares, pero hacerlo del modo más libre y creativo posible. Las madres y los padres podemos ir al aula y hacer una propuesta: un taller de manualidades, recetas o arte”.
Esther Zarrias habla desde la escuela pública Rosa dels Vents, en Mallorca. Publicó Un cambio de mirada (Disset, 2019), en el que aborda, desde su experiencia, el proceso de transformación hacia la escuela activa del centro escolar que dirige en la isla balear. “Para que un alumno sienta curiosidad y cree conexiones de placer para con el aprendizaje, las experiencias de enseñanza deberían ser personalizadas, que le hagan partícipe, fomenten su autonomía, pongan en marcha sus mecanismos de percepción, pensamiento e indagación, y pongan a prueba sus emociones”, explica.
Juan Cobo es padre de dos niños escolarizados en este centro de Mallorca. Uno de ellos tiene tres años y el otro, siete. Cuenta que eligió este método porque el tradicional se le asemeja a una fábrica o a una cadena de montaje de coches. En Rosa dels Vents sus hijos tienen libertad de movimiento y eligen si ir al taller de letras o de números, cuándo comen o duermen, qué investigan en profundidad cada semana, si les apetece indagar con lupas, balanzas, espejos, sembrar en el huerto o aprender a cocinar: “El movimiento es fundamental. Tener a niños tan pequeños sentados en mesas con libros de textos o haciendo fichas horas y horas es aburridísimo y limitador”. Él y su mujer, Aurora Montero, matricularon a sus hijos en esta escuela por ser respetuosa con los ritmos, así como por las pocas, pero lógicas, normas: “Dentro del centro no se puede gritar, ahora bien, si necesitan hacerlo porque son niños se les permite ir al patio a cantar o alzar la voz”.
Cobo se muestra muy contento con la escuela pública activa. Tiene un grupo de música infantil llamado Yo soy ratón y ve muy positivo que no se olviden las artes en Infantil y Primaria. Los niños y las niñas también pueden elegir entre talleres de música, expresión, percusión y movimiento. Cuenta que su hijo mayor no pintaba, pero ahora disfruta haciéndolo. Considera que en el anterior centro escolar la finalidad de la expresión artística era más competitiva, y aquí el valor es el respeto y la cooperación intergeneracional, porque hay solo tres clases agrupadas por rangos de edad: “Los más grandes ayudan a los pequeños, no les dejan atrás, y así desarrollan también paciencia y empatía con los pequeños”.
Elegir qué hacer y cuándo para esta familia es primordial. Estos padres sostienen que el hecho de que los niños puedan escoger conlleva una responsabilidad implícita que va ganando consistencia a medida que van madurando y permiten una mayor toma de conciencia sobre lo que van haciendo. “Las personas somos curiosas por naturaleza y mostramos una predisposición genética por aprender. La escuela activa busca cuidar la llama de la curiosidad y avivar ese deseo de aprender a través de experiencias que generen conexiones positivas, libres de estrés, de juicio o de estigma”, explica la directora Zarrias.
Una madre con un hijo escolarizado en el centro mallorquín está impartiendo un taller de arte este trimestre, y el que viene, Aurora Montero, que es bailarina profesional, dará clases de danza. “Que la madre de dos alumnos se dedique a bailar y que, además, comparta sus conocimientos pica más la curiosidad que, imaginemos, ver El lago de los cisnes en televisión”, prosigue Zarrias. La escuela activa también es elección para muchas familias, según Montero, por la comunidad de madres y padres que la arropan y empujan, y por un claustro abierto a cambios.
“Escuchamos: el sistema o la escuela está mal. Y, ¿quién crea el sistema? ¿Quién es la escuela? Este tipo de discurso pone el foco fuera de nosotras y no ayuda a generar acciones proactivas, sino todo lo contrario, nos induce a seguir esperando que alguien dé el primer paso”, incide Ane Arribillaga, directora de C.E.I.P. Mendigoiti, una escuela comprometida con una educación viva y activa. Ella sostiene que toda transformación ha de empezar en primera persona: “Siendo conscientes que el objetivo es adentrarse en un proceso de aprendizaje ilusionante en el que se cometerán muchos errores de los cuales, de todos ellos, aprenderemos”.
Fuente: Rocío Niebla / elpais.com