Veamos por qué es necesario tomar medidas para cuidar del desarrollo neurocognitivo de los niños.
El cuidado en el desarrollo es importante desde la etapa prenatal; es vital llevar una vida con buenos hábitos en todos los sentidos para que cuando llegue el momento de la gestación la madre se encuentre con una salud física, emocional y psicológica.
En este sentido, el bienestar fetal es una etapa que comienza a marcar el desarrollo neurocognitivo, y la pérdida del bienestar fetal podría desencadenar diferentes alteraciones, a las que llamamos trastornos del neurodesarrollo.
La importancia de los cuidados prenatales
El desarrollo cerebral del bebé durante la gestación es trascendental, puesto que es la etapa en la que se producen cambios a nivel anatómico y funcional. Garantizar una sana alimentación, llevar control médico prenatal, y tomar los suplementos necesarios proveerá nutrientes necesarios para el desarrollo neuronal y físico del feto es básico, pues el cerebro inicia su desarrollo en el embarazo, y su posterior rendimiento dependerá en gran parte de lo que la madre hizo durante la gestación.
Nutrición y embarazo
En un estudio realizado en Australia que siguió de cerca los hábitos de alimentación de 23,000 mujeres durante el embarazo, se observó quiénes de estas mujeres se alimentaban más con dietas altas en azúcares y carbohidratos y quiénes se alimentaban con dietas altas en fibras, omegas y frutos rojos, con el fin de analizar cuáles serían las consecuencias de este estilo de alimentación sobre el desarrollo cognitivo y emocional en sus hijos entre los 18 meses a los 5 años. Las variables que fueron tomadas en cuenta en los niños fueron: su salud mental, qué tipo de crianza ejercían los padres y la economía.
El estudio demostró que las madres que consumieron más comidas enriquecidas en azúcares y carbohidratos durante la gestación, tuvieron hijos más propensos a ser agresivos y con arranques de ira; de igual manera, los niños que consumían altos niveles de azúcar y alimentos procesados cognitivamente mostraron un pobre control de impulsos, un control inhibitorio deficiente y bajos niveles de concentración.
Por lo tanto, es importante que la madre se nutra con una dieta basada en alimentación que contenga omegas 3, 6, y 9 (frutos secos, pescado, aguacate, aceite de oliva), frutos rojos (fresas, arándanos, ciruela, mora etc.), que disponga de supervisión médica durante el embarazo, y que tome las vitaminas como el folato y ácido fólico; estas rutinas ayudan a prevenir los problemas del nacimiento en el cerebro y en la médula espinal.
El resultado para las madres que se alimentaron de con dietas equilibradas y enriquecidas con ácidos grasos esenciales, fibra, proteína, y que posteriormente alimentaron a sus hijos con dietas similares, fue más favorable. Como resultado de estos buenos hábitos los niños mostraron una mejor regulación emocional, óptimos niveles de concentración y atención, así como mejores procesos en aprendizaje.
Una alimentación deficiente en el embarazo podría desembocar es deficiencias en el desarrollo neurocognitivo del bebé, dando como resultado un posible trastorno del neurodesarrollo, categoría en la que encontramos: trastornos cromosómicos (síndrome Down) trastorno por déficit de atención e hiperactividad, trastorno del espectro autista, parálisis cerebral, epilepsia, y más. Hay que tener en cuenta que una mala alimentación no es la única causa de estos trastornos, pero está entre las más importantes.
Desarrollo cognitivo en los primeros años de vida
En esta etapa el neonato comienza a conocer el mundo por medio de los sentidos y el movimiento, tendrá tendencia a seguir constantemente los estímulos novedosos, como sonidos, colores, texturas, sabores etc. El egocentrismo se encuentra en su máximo esplendor, razón por la cual demanda una atención total hacia él/ella. Está atento al descubrimiento de lo que está más cercano a su cuerpo, por lo que sus pies y manos serán lo que más se lleve a la boca, o cualquier objeto que sientan cerca de su mano.
En estos meses, el movimiento del bebé no es controlado, sino que es un movimiento de reflejo. En este momento no hay capacidad para poder mantener una atención continua hacia un objeto; esta habilidad se va adquiriendo con el crecimiento, el desarrollo cognitivo y el entrenamiento por parte de sus figuras significativas.
La estimulación cognitiva en esta etapa estará basada en tareas relacionadas con tareas que desarrollen habilidades de psicomotricidad fina y gruesa: estimular los sentidos con texturas, olores, sabores. El movimiento de pinza, saltar, correr, aprender a amarrar los zapatos, montar bicicleta… son actividades que fortalecerán el aprendizaje y crecimiento.
En los primeros meses es común que el bebé duerma largas sientas; esto es necesario para el crecimiento, la formación de nuevas conexiones neuronales, y para consolidar memorias de sensaciones y movimientos aprendidos durante el día. Esta consolidación permite que el aprendizaje generado se guarde en el almacén de recuerdos a largo plazo, formando así las primeras huellas de memoria.
Una alimentación basada en vegetales verdes, frutos rojos, proteínas, lácteos u otros ayudará al sistema de alerta, aportará energía, salud física y mejor regulación emocional, los cuales son necesarios para instalar las habilidades como atención, concentración, memoria y funcionamiento ejecutivo. Esta etapa da inicio al juego simbólico, el cual ayuda a comprender y asimilar el entorno que los rodea, se desarrolla el lenguaje, favorece la imaginación y creatividad.
Desarrollo cognitivo en edad preescolar
El desarrollo cognitivo es uno de los procesos que ayudan al niño/a aprender a resolver problemas, razonar y a pensar de manera consciente. En este sentido, el investigador Jean Piaget decía que «los niños se comportan como pequeños científicos que tratan de interpretar el mundo”. Según Piaget, el desarrollo cognoscitivo no solo consiste en cambios cualitativos de los hechos y de las habilidades, sino que también se aprende a partir de la experiencia.
A partir de los 3 a los 7 años la velocidad del desarrollo y el neurodesarrollo se vuelve más lento; en estos años de la infancia aparece el lenguaje, el cual ayudará al niño/a a comprender el mundo que nos rodea. La anatomía del cerebro está lista para recibir las habilidades que se instalarán en dichas estructuras.
Las funciones ejecutivas
Esta es una etapa importante para el entrenamiento de las habilidades como la atención enfocada, control inhibitorio, la memoria de trabajo, regulación de las emociones y la cognición social, entre otras. A este conjunto de habilidades se le conoce como funciones ejecutivas (FE) que se encuentran vinculadas a la actividad de la corteza prefrontal (CPF) y a la corteza cingulada anterior (CCA) encargada de la regulación emocional, control inhibitorio y conducta social. A nivel cognitivo, estas habilidades en gran parte son formadas de manera sociocultural, siendo especialmente los padres la representación de los lóbulos frontales de los pequeños.
Una característica de los niños en esta etapa es que actúan como esponjas, absorbiendo todas las conductas modeladas por sus figuras más significativas, en especial los padres, por lo que, si sus padres se comen las uñas ante la ansiedad, el niño/a hará lo mismo cuando sienta ansiedad, y si los padres usan lenguaje inapropiado, los pequeños no solo lo aprenderán, sino que lo normalizarán. Es importante entonces tomar en cuenta que en esta etapa los niños adoptarán las pautas de afrontamiento a cada situación dependiendo del modelo presentado; lo mismo pasará con la atención, la concentración, la manera en que tomará decisiones, planificará y organizará.
En la etapa de los 3 a hasta la llegada de los 7 años es imprescindible la estimulación adecuada de las funciones ejecutivas, pues estas son la base para un adecuado aprendizaje, aprovechamiento académico, para la adaptabilidad en distintos entornos y las habilidades sociales. Es una etapa en donde el predominio del lenguaje es progresivo, y existe una ampliación del vocabulario: 100 palabras en niños de 3 años, y 2000 a los 6 años.
Los trastornos del lenguaje, en caso de existir, son ya evidentes, y pueden aparecer dificultades en el aprendizaje formal, los cuales estarán asociados muy probablemente con la falta de maduración y consolidación que hacen posible la adherencia de los aprendizajes académicos. Si esto sucede, es importante buscar ayuda de profesionales como el neurólogo pediatra y neuropsicólogo para realizar una evaluación que permita atenderse de manera temprana.
Esta no es una etapa para aprender a leer y escribir
Cada vez más, algunos establecimientos educativos ofrecen que los niños salgan leyendo y escribiendo de la etapa preescolar; de este modo, si el niño o niña no alcanza esta habilidad en esa etapa, los padres de familia se preocupan pensando que algo malo pasa con sus pequeños.
Es muy poco probable que el sistema nervioso de un niño/a esté preparado para aprender la lectoescritura; la conducta del niño se empeña en estar acorde a su nivel madurativo, Esta es la etapa ideal para que el niño/a siga perfeccionando las habilidades más propias de su edad, como la autonomía, el cuidado personal, las habilidades sociales, la empatía, el razonamiento, la comprensión del juicio de valor etc.
También es importante en esta etapa tener noción de las letras, los números, discriminar colores, formas y tamaños, tener un conocimiento básico de las cantidades, distinguir entre el peso de los objetos, saber cómo comportarse según lugar y contexto. Estas habilidades garantizan un comportamiento adecuado al iniciar la vida escolar formal, ya que ahí el niño o la niña ha recibido entrenamiento que le permitirá tener una conducta adaptada en cada entorno, la atención será focalizada hacia las tareas requeridas y podrá finalizarlas con éxito, y podrá tener un aprovechamiento académico que ayude a alcanzar su máximo potencial en el aprendizaje.
Estrés y desarrollo
Por años se ha estudiado cómo el estrés crónico afecta los procesos fisiológicos, pero poco se sabe o se habla de las afecciones cognitivas que causa el estrés. Experimentamos estrés desde el momento de nacer; salir del confort del vientre de la madre para llegar a un mundo que no se conoce, con sonidos nuevos, sensaciones de todo tipo… son vivencias que causarán estrés, el cual se ajustará en poco tiempo con la adaptabilidad del neonato al ambiente.
La ansiedad es necesaria para la supervivencia, nos prepara para huir o luchar ante una situación de peligro, y quien está a cargo de este proceso es de la hormona del cortisol, que al producirse activa las respuestas fisiológicas como taquicardia, sudoración, y eleva la presión sanguínea. Estos síntomas son quienes nos advierten del peligro y nos preparan para luchar o huir. En teoría, al estar fuera del peligro, la hormona del cortisol baja, permitiendo que nuestro sistema llegue de nuevo a la homeostasis. Sin embargo, esta homeostasis o equilibrio no se da cuando los niveles de estrés son altos y la ansiedad se ha cronificado.
Cuando un niño/a ha estado expuesto a un ambiente hostil, donde existe agresividad y violencia verbal o física, este cortisol se eleva por encima del 50% de lo que sería adecuado, dando lugar a un proceso oxidativo que trae como resultado dificultades cognitivas como problemas en la concentración y atención; estos dos son un prerrequisito para la memoria, por lo que si los procesos atencionales están afectados debido al estrés y ansiedad, se tendrá una memoria reducida. Este proceso no solo es un obstáculo en el aprendizaje y desenvolvimiento social, también podrían verse afectados el aprovechamiento académico y el rendimiento escolar.
Ante estas situaciones hostiles del entorno, los niños/as aprenderán a resolver situaciones y a gestionar emociones desde el sistema límbico, el cual se basa en procesos emocionales y cada vez más perderán capacidad de autorregulación y control inhibitorio, que como vimos antes son habilidades asociadas a los lóbulos frontales, las cuales se entrenan a través de imitar a sus figuras significativas. Los niños/as sometidos a estos entornos experimentan una autoestima lastimada, son inseguros de sí mismos, serán más manipulables ante propuestas inadecuadas y serán más vulnerables al consumo de sustancias.
Fuente: Zoe Gómez Pérez / psicologiaymente.com