Muchas veces están asociadas a otros trastornos del neurodesarrollo como son el autismo y el TDAH.
Las dificultades específicas del aprendizaje (DEA) son alteraciones neuropsicológicas «que afectan a la lectura, a la escritura o al cálculo« y son »las responsables del 65% de los casos de fracaso escolar», según la directora del ‘Máster en Dificultades del Aprendizaje y Trastornos de la Comunicación en Contextos Socioeducativos’ de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), Laura Sánchez.
Sánchez explicó en una entrevista a Servimedia «que las dificultades específicas del aprendizaje, recogidas en el ‘Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales’, son trastornos del neurodesarrollo que afectan a entre un 5% y un 10% de la población.
«Tampoco es fácil definir la población afectada porque dentro de los problemas de aprendizaje hay trastornos que están muy bien identificados como, por ejemplo, la dislexia, pero hay otros que no», puntualizó.
En concreto, la Federación Plataforma Dislexia asegura que el 10% de la población mundial tiene dislexia. Este dato, extrapolado a España, supone unos 800.000 niños, de los cuales tan solo el 33% recibe la atención profesionalizada necesaria.
«Ahora, muchas dificultades de aprendizaje y de comunicación no son primarias, es decir, están asociadas a otros trastornos del neurodesarrollo como son el autismo y el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH)», advirtió.
Sánchez aseguró (parafraseando a unos investigadores norteamericanos) que «es mucho más importante un gramo de prevención que un kilo de diagnóstico e intervención», de manera que «la clave para abordar esta situación es la prevención o la detección temprana de detección de las DEA«.
El aumento de la prevalencia de las dificultades específicas del aprendizaje se debe a que en la actualidad «hay más y mejores herramientas para el diagnóstico». En general no es que haya más, «sino que se diagnostican más», aseveró la experta.
Cómo detectar problemas de aprendizaje
En los últimos años se ha detectado un aumento exponencial de los problemas de aprendizaje, entre los que se encuentran desde distintos trastornos del lenguaje hasta el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), el trastorno del espectro del autismo (TEA), pasando por la dislexia o la discalculia. «Esto supone un reto para los docentes que necesitan herramientas para la detección efectiva de estos fenómenos en las aulas».
La primera señal de alarma suele ser «un bajo rendimiento en tareas de lectura, de escritura o de cálculo». Un segundo criterio, a tener en consideración, es que ese bajo rendimiento persiste en el tiempo. Y en tercer lugar, «hay que descartar problemas sensoriales, es decir que el estudiante no vea o escuche adecuadamente».
«Esperar es una mala acción ante los indicadores de las dificultades del aprendizaje porque la brecha entre los ‘normolectores’ (los niños que están aprendiendo de forma normalizada) empieza en primero de Primaria y cuanto antes se actúe mejor». De hecho, apunta la profesora, «si se retrasa en el tiempo la intervención empiezan a ampliarse las diferencias entre unos y otros».
Postergar la actuación del profesorado también es desaconsejable porque la respuesta educativa pierde eficacia con el paso del tiempo, ya que «el cerebro de los niños más pequeños tiene una mayor plasticidad y será más eficaz el abordaje cuanto antes empiece».
Esta académica de la VIU apuesta por una educación inclusiva y de calidad porque «la educación inclusiva no gira en torno a la discapacidad, sino que se sustenta en la individualización de cada alumno». «Cada uno de ellos aprende de una manera diferente y tiene una manera única de procesar la información».
Laura Sánchez defendió la coexistencia de los dos modelos de educación: «Confío en la convivencia entre Educación Ordinaria con apoyos y profesorado especializado y la Educación Especial, siempre y cuando se respete la situación personal y de discapacidad de cada estudiante y la voluntad de la familia a la hora de hacer el dictamen para la escolarización del alumno», matizó.
Por último, recordó que lo más importante es «un cambio de actitud» del profesorado e hizo mención al cambio que se ha producido ya que «hasta hace relativamente poco (año 1995) no se incluía ninguna asignatura sobre educación especial en los estudios universitarios de magisterio», concluyó.
Fuente: ABC Familia / abc.es