Los videojuegos representan una de las principales y más poderosa industrias del mundo del entretenimiento; si bien en sus orígenes tuvieron un carácter eminentemente lúdico y recreativo a través de sus diversos géneros como los de conducción de naves y vehículos, de aventura y supervivencias, y de estrategias y planeación, hoy, los de última generación conocidos como “shooters” o juego de tiradores, son considerados de mala influencia para la niñez y la juventud, ya que se les asocia con el aumento de conductas agresivas y exposición a la violencia.
Estimaciones de organismos internacionales consideran que en el mundo alrededor 2.5 billones de personas utilizan estos videojuegos. En el caso de México, millones de niños y jóvenes (principales usuarios), tienen acceso a este tipo de afición cuyos contenidos pueden llegar a tener hasta 500 escenas de violencia cada 30 minutos. Una verdadera atrocidad.
Sin embargo, la trascendencia social del acercamiento a los juegos de videos, así como de la disponibilidad de acceso que se tenga a internet, con todos los riesgos que ello implica, trastoca la responsabilidad de padres de familia, tutores, docentes y autoridades educativas; de las áreas gubernamentales de normatividad, regulación y seguridad, pero también, sin duda alguna, de las empresas que los diseñan, producen y distribuyen por cualquier medio y forma.
En este sentido, infinidad de voces, tanto en el plano nacional como internacional, motivadas por la Convención sobre los Derechos del Niño de la Organización de las Naciones Unidas, se han pronunciado para que los videojuegos funcionen como herramientas en el desarrollo de la educación y la protección de niñas, niños y adolescentes, en pleno ejercicio de sus derechos.
Al respecto, hay que señalarlo, dentro de la educación digital se han tenido casos de éxito en donde los videojuegos son un recurso invaluable para el campo de la educación, aplicados desde los niveles básicos hasta la educación superior (aprovechando el desarrollo de las power skills para el mundo laboral), resultando una experiencia interesante y útil de explorar en la formación de la niñez, la juventud y el capital humano, basada en principios y valores que permitan una cultura y conciencia de paz, tan necesaria hoy en día en que el mundo se estremece con el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania.
Ante esta propuesta, y en el entorno mundial cambiante y complejo, no se puede perder de vista que, como recurso didáctico, los videojuegos ayudan al desarrollo y al mejoramiento de las habilidades de comunicación, inventiva, adaptabilidad, pensamiento crítico y persistencia para superar obstáculos, resolver problemas, emprender retos y obtener los mejores resultados propuestos dentro de un aprendizaje lúdico. Así mismo, recientemente, la producción de videojuegos ha tenido una aportación mayor a la inteligencia emocional, y, en caso de un multijugador, a la coordinación y al trabajo en equipo.
En este aspecto podemos afirmar que hoy más que nunca, el trabajo conjunto y de colaboración entre el sector educativo y las empresas desarrolladoras de videojuegos, deben enriquecer la incipiente educación digital y revertir los rezagos y riesgos de los diversos contenidos en línea que fomentan conductas agresivas y una exposición creciente a la violencia, entre la niñez y la juventud, sumando a ello la indudable obligación que tienen los padres y madres en su atención y supervisión, como factores indispensables para formar seres humanos responsables.
Así, la presencia e impacto de los videojuegos en esta era digital, forman parte de la tecnología de la humanidad, y tienen una estrecha relación con la innovación de la educación y la formación del futuro, con el desarrollo laboral de las personas y con los múltiples cambios que se avecinan debido a la influencia de la automatización, la robótica y la inteligencia artificial en el insuperable pensamiento humano.
Fuente: Ulises Lara López/ cronica.com.mx