Los nuevos modelos educativos están orientados hacia una enseñanza que promueve el aprendizaje por competencias y no por materias así como una mayor personalización de la atención educativa, ¿están las aulas de los centros arquitectónicamente preparadas para acompañar estos cambios?
El colegio… epicentro de todo nuestro mundo, de los 5 a los 12 años.
Se graba a fuego en nuestra memoria y conseguimos describirlo con pasmosa precisión y recrearlo mentalmente. Es curioso pensar lo poco que se han transformado los centros educativos desde casi la aparición de la tipología. La clase a la que asisten mis sobrinos es una copia de a la que asistí yo y prácticamente idéntica a la de mis padres, que a su vez era igual a la de mis abuelos.
Múltiples leyes de educación, libros de texto con distinto contenido, nuevas metodologías didácticas, la tecnología irrumpiendo como un ciclón en nuestras vidas y seguimos pasando buena parte de nuestro tiempo formándonos en rectángulos de 5x10m2 alineados en mesas con sillas frente al encerado.
El actual modelo de colegio es heredero de los colegios que surgieron en el siglo XIX durante la Revolución Industrial. Se necesitaba formar a los obreros. ¿El objetivo presente es el mismo: la preparación para el desempeño laboral?. Parece que no. Los nuevos gurús de la educación ponen el foco en un sistema educativo que va mucho más allá de la mera adquisición de conocimientos. Se persigue hacer crecer al individuo, desarrollando habilidades de pensamiento y de comunicación efectiva. Potenciar las cualidades innatas individuales y el desarrollo de la capacidad de trabajar en colectivo.
El docente ya no está en control completo, no dicta el conocimiento sino que acompaña a adquirirlo. Su roll pasa a ser el de guía que mediante estrategias promueve la toma de decisiones responsables de los alumnos. Los estudiantes, asumen la definición de sus propias metas de aprendizaje, y se muestran más implicados y responsables con la autoexigencia de sus objetivos académicos. En definitiva, un aprendizaje más participativo, colaborativo y adaptado a las necesidades individuales, con un enfoque por competencias.
Estas nuevas maneras de interrelacionarse en el aula inevitablemente deberán tener consecuencias en la configuración y organización espacial. Es indudable la importancia del entorno y el diseño en el bienestar y la adquisición de habilidades. Ya lo enunció Dostoievski , “ Los techos bajos y las habitaciones estrechas achican el alma y la mente”; el espacio de formación debe fomentar la creatividad y facilitar la comunicación.
Ideas que se basan en que no solo aprendemos con la cabeza, sino con todo el cuerpo, apoyan una revisión de las aulas actuales. Surge ahora la duda de si los centros existentes están preparados para estos cambios.
Nuevas teorías didácticas señalan la importancia de la coexistencia de distintos ambientes que acompañen el desarrollo de las habilidades a fomentar. Una zona para el debate y la discusión, un espacio para trabajar en colectivo, otro para la concentración individual, otro para el desarrollo de actividades creativas…La relación a establecer con la naturaleza y con la tecnología también son claves.
No parece que dotar de especificidad a distintas zonas del aula sea solo una cuestión de distribución de mobiliario principalmente debido a que la superficie del aula actual imposibilita que lo que ocurre en un rincón no afecte al resto. La nueva aula ideal requiere una mayor flexibilidad que desarrolle nuevas formas de ocupar el espacio. ¿Alguna idea arquitectos?…
Fuente: Cristina Pino/ arquitecturayempresa.es