Matthew Boedy, profesor asociado de retórica y composición, les hizo un emotivo llamado a sus estudiantes de la Universidad del Norte de Georgia, justo antes de que comenzaran las clases, para que recordaran que la variante delta arrasaba el estado y aumentaban las hospitalizaciones. Y decidió vacunarse y dar clases usando accesorios de seguridad médica como las mascarillas.
Así que, a fines de agosto, se sorprendió cuando más de dos tercios de los estudiantes de primer año que asisten a sus clases de escritura no siguieron su ejemplo y se presentaron sin cubrebocas.
Es imposible saber quién estaba vacunado y quién no. “No es un infierno visual, como los hospitales, más bien se trata de un infierno emocional”, dijo Boedy.
Esa universidad no exige que sus estudiantes estén vacunados o que usen mascarillas este otoño. Y, a medida que se reinician las clases presenciales en casi todas las universidades del país después de casi un año y medio de transición de emergencia al aprendizaje en línea, muchos profesores se han percatado de que la enseñanza es una experiencia estresante.
Sin embargo, la Asociación Americana de Salud Universitaria recomienda que todos los estudiantes de educación superior que asistan a los campus durante el semestre de otoño se vacunen. Además, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos recomiendan cubrirse la cara, independientemente del estatus de vacunación de las personas, en los espacios públicos interiores de las zonas donde la tasa de contagios es alta.
Pero eso se ha implementado en pocos campus.
Más de 1000 institutos y universidades han adoptado requisitos de vacunación para, al menos, algunos estudiantes y miembros de su personal, según The Chronicle of Higher Education. Esto muestra que la vacunación se ha convertido en un tema político porque esas instituciones tienden a estar ubicadas en los estados que votaron por el presidente Joe Biden en las últimas elecciones.
Pero en algunos campus, particularmente los que se encuentran en estados liderados por republicanos y que tienen altas tasas de contagio como los sistemas estatales en Georgia, Texas y Florida, la vacunación es opcional. Y solo se recomienda el uso de mascarillas, pero no es una exigencia. Los profesores pueden decirles a los estudiantes que se les “recomienda encarecidamente” o “se espera” que se pongan mascarillas, pero no pueden obligarlos. Y los maestros no pueden pedirles a los alumnos que tienen síntomas similares a los de la covid que salgan del aula.
Al menos nueve estados (Arizona, Arkansas, Iowa, Oklahoma, Florida, Carolina del Sur, Texas, Utah y Tennessee) han prohibido o restringido los mandatos escolares que exigían el uso de cubrebocas. Según los funcionarios de educación, no está claro si todas estas prohibiciones se aplican a las universidades, pero las universidades públicas dependen del financiamiento estatal.
Es cierto que algunos profesores están felices por asistir a clases sin mascarillas. Pero otros han renunciado en protesta por el uso opcional de los cubrebocas. La mayoría, como Boedy, siguen adelante. Pero el miedo que sienten es tan alto que incluso en las universidades que requieren vacunación y mascarillas, como Cornell y la Universidad de Míchigan, los maestros han firmado peticiones pidiendo la opción de regresar a la enseñanza en línea.
“La moral está en su punto más bajo”, advierte una petición en la Universidad de Iowa.
Las universidades están atrapadas entre las solicitudes de sus profesores para que se impongan mayores precauciones de seguridad y el miedo a perder estudiantes, y los ingresos que generan, si las escuelas deciden retornar a otro año escolar en línea.
“Creo que todo el mundo está de acuerdo en que la idea es que la gente regrese físicamente al aula”, dijo Peter McDonough, consejero general del Consejo Estadounidense de Educación, una organización de colegios y universidades. “La implementación de la educación en línea el año pasado y durante el semestre de primavera fue algo temporal”.
Para algunos profesores, el nuevo año escolar no trae un regreso a la normalidad, sino una fuerte sensación de que las cosas podrían salirse de control. En las primeras semanas de clase, el número de contagios se ha incrementado en instituciones como Duke, la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, Arizona State, la Universidad Liberty, la Universidad de Arkansas, la Universidad del Norte de Florida y la Universidad de Texas en San Antonio.
“Parece una repetición”, dijo Michael Atzmon, profesor de ingeniería en la Universidad de Míchigan. “Por un lado, tenemos la vacuna. Por otro lado, tenemos la variante delta”.
Atzmon ayudó a presentar una petición para que la universidad sea más abierta a considerar la enseñanza en línea. Fue firmada por más de 700 profesores e instructores.
En respuesta a esa solicitud, el presidente de la universidad, Mark Schlissel, dijo el jueves que debido a la tasa “estelar” de vacunación en el campus de Ann Arbor (92 por ciento de los estudiantes y 90 por ciento entre los profesores), el salón de clases “quizás era el lugar más seguro” del campus.
Schlissel sugirió que los profesores deberían acostumbrarse a la idea de que habría casos de COVID en el campus. “Una pandemia es inquietante, es impredecible y sí, implica un nivel de riesgo inevitable”, dijo.
Hay señales de desafío a las políticas estatales. Las tres instituciones públicas de educación superior más grandes en Arizona, la Universidad de Arizona, la Universidad del Estado de Arizona y la Universidad del Norte de Arizona, están evitando la prohibición de las mascarillas y las exigen en clase. Si todos los estudiantes tienen que usar cubrebocas, los funcionarios de la universidad creen que están obedeciendo la orden del gobernador Doug Ducey de no discriminar a los alumnos que decidan no inmunizarse.
“Es una especie de juego del gato y el ratón”, dijo Peter Lake, profesor de Derecho Educativo en la Universidad de Stetson.
Los profesores dijeron que, al igual que le pasó a gran parte del mundo, la variante delta los sorprendió. Afirman que se inscribieron con entusiasmo para impartir clases presenciales en marzo, antes de que los reportes de complicaciones graves en personas vacunadas se convirtieran en algo frecuente. Ahora sus instituciones hacen que sea difícil, o casi imposible, cambiar las dinámicas de enseñanza.
Algunos han sacrificado sus trabajos. Cody Luedtke, instructora de biología y coordinadora de los laboratorios en el Perimeter College, que forma parte de la Universidad Estatal de Georgia, dijo que lloró ante la idea de enseñar en un aula donde los estudiantes no usan cubrebocas.
Afirma que, cuando se negó a dar clases, la despidieron. “Simplemente no podía cumplir con un deber laboral que iba en contra de mi moral y mi deseo de proteger a mis estudiantes y a la comunidad en general”, dijo.
Irwin Bernstein, un profesor de psicología de 88 años, dijo que la Universidad de Georgia lo sacó de su retiro este otoño. Pero cuando puso un letrero de “sin mascarillas, no hay clase” en su salón, el jefe de su departamento le dijo que lo quitara “porque viola la orden del gobernador”.
En su siguiente clase, un estudiante se resistió a usar un cubrebocas, diciendo que era incómodo, recuerda. Entonces, le anunció a sus alumnos que prefería regresar a su retiro, y salió del aula.
Timothy Wilson, profesor de ingeniería en la Universidad Aeronáutica Embry-Riddle, renunció el primer día de clases y reveló en un ensayo que publicó en línea que era VIH positivo y pensaba que la política de uso opcional de los cubrebocas que se implementó en la universidad era “incorrecta”.
James Tierney, profesor asistente de economía en Penn State, dijo que se sentía frustrado por el mandato que exige el uso de mascarillas en su institución. Dijo que era difícil escuchar las preguntas en su clase de introducción a la macroeconomía, a la que asisten 600 estudiantes.
Y cuando los estudiantes usaban mal los cubrebocas tenía “que jugar a ser el malo”, dijo.
Pero la renuencia de la universidad a imponer un mandato de vacunación fue “el punto de inflexión”, afirmó. Y decidió renunciar en protesta, a partir del 31 de diciembre, con el fin de darle tiempo a la escuela para que encuentre un reemplazo.
Los profesores dicen que la falta de reglas claras este año ha dificultado su trabajo. Es posible que los lineamientos del año pasado hayan sido draconianos como la posibilidad de ser expulsados por asistir a fiestas, por ejemplo pero eran claros y efectivos, afirmaron los docentes.
El otoño pasado, “podía llamar a la policía si era necesario”, dijo Leslie Kaplan, quien enseña folclore en la Universidad del Norte de Florida. Este año tiene que utilizar el arte de la persuasión.
Con el fin de prepararse para hablar de la covid en la charla de orientación para los estudiantes de primer año, Kaplan leyó dos libros sobre cómo influir en las personas. Trajo a un recién graduado que tenía el virus y a un epidemiólogo. Habló sobre la importancia de cuidarse unos a otros e imploró a los estudiantes que dejaran de lado sus diferencias políticas.
Solo un puñado de alumnos asistieron a sus sesiones de orientación de primer año sin mascarillas, dijo Kaplan, y cree que eso se debe al éxito de su campaña.
Otras personas han sugerido incentivos más tangibles. La Universidad de Texas en Austin les dijo a los profesores que podían ofrecer recompensas no académicas, como galletas, para influir en los estudiantes con la finalidad de que usen cubrebocas. (Una portavoz de la universidad, Eliska Padilla, dijo que eso era informal y no se trata de un programa de incentivos).
A pesar de las apelaciones emocionales y las sugerencias sutiles, algunos estudiantes hacen lo que quieren.
Alex Vargas, estudiante de último año de la Universidad de Texas, no está vacunado y durante la primera semana de clases fue la única persona que no usó mascarillas en su pequeña clase de ingeniería.
El profesor, que usa cubrebocas en el aula, hizo una votación para saber si los estudiantes querían que usara mascarillas o si “no les importaba”, recuerda Vargas. Las personas a las que “no les importa” ganaron por uno o dos votos, y el profesor dijo que seguiría usando el cubrebocas, dijo Vargas.
No hubo comentarios sarcásticos, nada de: ‘No voy a hablar contigo, o no voy a mirarte’, dijo Vargas, presidente de la organización Jóvenes Conservadores en el campus, y quien no usa cubrebocas. Fue simplemente algo como: ‘Esa es su elección, sigamos adelante’.
Fuente: nytimes.com
Autora: Anemona Hartocollis
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