Retrocede en tu memoria hasta tus primeros recuerdos de infancia. Intenta recuperar esas vivencias, ese tiempo en el que cada paso conducía a un descubrimiento. Rememora las sensaciones que acompañaban esos momentos: la libertad, el asombro, la sorpresa… incluso, en ocasiones, el miedo. Una época en la que todo es posible y el único límite es la imaginación. Es la etapa del pensamiento mágico, uno de los primeros esquemas psicológicos a través del cual los niños comienzan a entender el mundo.
La magia de estos años desaparece después hasta quedar casi olvidada en la vida adulta, aunque también está presente bajo otras formas como determinadas creencias o supersticiones. Si eres padre, estás teniendo la oportunidad de asistir por segunda vez a la magia de estos primeros años de vida, en la que los ojos con los que se ve el mundo aún no están condicionados por las imposiciones sociales, culturales o morales típicas de la vida adulta. Aprovecha el momento y recupera la fantasía, acompañando a tu hijo en ese emocionante viaje iniciático, motivado por la simple curiosidad y el placer de la experiencia.
La etapa del pensamiento mágico tiene lugar aproximadamente entre los dos y siete años. Durante este periodo, no existen líneas divisorias entre realidad y ficción. Según este modelo de pensamiento, es posible que un padre consiga alcanzar la luna, que los superhéroes puedan volar o que tres reyes de Oriente recorran el mundo en una sola noche para colmar a los niños buenos de regalos. También es la época de los amigos imaginarios y los monstruos escondidos en el armario. A medida que descubre la realidad, el niño crea un universo paralelo de fantasía, modelado a imagen de sus emociones. Podríamos decir que se trata de la primera explicación del mundo que nos contamos a nosotros mismos, con las palabras que escribe nuestra imaginación.
Fantasía y creatividad
Por supuesto, este esquema mental funciona también como un eficaz escudo emocional ante las inevitables decepciones, frustraciones y conflictos de la vida. Mientras la magia exista, siempre será posible encontrar una solución a las situaciones que la vida le va planteando. Desde este punto de vista, podríamos considerar el pensamiento mágico como una de las fuentes de la creatividad. Ante un problema, un niño será capaz de pensar en soluciones que nunca nos hubiéramos planteado como adultos. Es posible que, en muchos casos, estas propuestas no sean aplicables en la realidad. Por ejemplo, si tenemos miedo, no podemos escapar volando ni esperar a que un caballo alado baje desde el cielo a rescatarnos. Sin embargo, la creatividad consiste precisamente en la capacidad para crear distintas alternativas ante una situación, pensando más allá de lo establecido y sin importar lo sorprendente de las fórmulas para solucionarlo.
Pensamiento mágico y realidad
Por otro lado, siguiendo el pensamiento mágico, las palabras, acciones o incluso pensamientos o deseos pueden tener un efecto real en el mundo del niño. Así, las palabras de un padre pueden tener el mismo poder que un hechizo para alejarle de los males imaginarios que lo acechan. Por supuesto, no todos los descubrimientos serán placenteros. Como padre, también puedes acompañar a tu hijo en esos momentos amargos. Son pequeñas lecciones de vida que el niño irá asimilando poco a poco. A medida que maduramos, aprendemos a aceptar que la realidad tiene consistencia propia y no va a plegarse a nuestros deseos. La fantasía deja de ser una herramienta válida para solucionar nuestros problemas, aunque no la imaginación.
Desde el punto de vista científico, el desarrollo de la imaginación y la fantasía resultan claves en el desarrollo cognitivo de los niños y la creatividad es una habilidad con innumerables aplicaciones en la vida adulta. En estos momentos, tienes en tu mano la capacidad de fomentar esa imaginación. Comparte su mundo y acepta que en él la magia es posible. Juega según sus reglas. Deja de lado el pensamiento lógico de un adulto y entra en su mundo.
Fuente. elmundo.es