Una niña o una mujer que asiste a la escuela está realizando su derecho humano fundamental a la educación. Además tiene una mayor posibilidad de realizar su pleno potencial en el transcurso de la vida, ya que estará mejor preparada para obtener un trabajo decente y bien remunerado, por ejemplo, o alejarse de un hogar violento.
La educación es esencial para que las mujeres puedan alcanzar la igualdad de género y convertirse en agentes de cambio. Al mismo tiempo, las mujeres educadas benefician a las sociedades enteras. Contribuyen de modo sustancial a las economías prósperas y a mejorar la salud, la nutrición y la educación de sus familias.
Los Objetivos de Desarrollo del Milenio ya reclamaban el logro de la enseñanza primaria universal para el año 2015, para las niñas y los niños. Hoy en día, el mundo se ha acercado más que nunca a ese objetivo, ya que el 90 por ciento de las niñas y los niños en las regiones en desarrollo y el 96 por ciento en las regiones desarrolladas disfrutan de la enseñanza primaria.
Todas las regiones en desarrollo también han alcanzado o están cerca de alcanzar la igualdad de género en la escuela primaria. Sin embargo, estas diferencias de género aumentan en la educación secundaria y superior, especialmente en el África subsahariana, Oceanía y Asia meridional y occidental.
Algunas de las discrepancias más profundas persisten en los países más pobres. En todo el mundo, el 80 por ciento de las mujeres adultas sabe leer, pero eso se compara con casi el 89 por ciento de los hombres, mientras que en los países menos desarrollados, solo el 51 por ciento de las mujeres sabe leer y escribir.
La discriminación de género debilita de muchas formas las perspectivas de las mujeres de recibir una educación. Los matrimonios a edad temprana y el trabajo doméstico llevan a muchas niñas y jóvenes a abandonar la escuela. El acoso sexual en los espacios públicos puede confinarlas a sus hogares.
El sesgo de género en los materiales educativos y pedagógicos limita los campos de estudio y margina a las mujeres en las ciencias, por ejemplo. Solo el 30 por ciento de las y los investigadores en ciencias del mundo son mujeres. Incluso cuando más mujeres se están matriculando en las universidades, muchas se detienen antes de llegar a los títulos avanzados.
Cuando 189 Estados Miembros de las Naciones Unidas aprobaron la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing en 1995, incluyeron la educación y capacitación de las mujeres entre una de las 12 esferas de especial preocupación. Se comprometieron a lograr la igualdad de acceso y recursos financieros para la educación durante toda la vida de las mujeres y las niñas, y a eliminar el analfabetismo entre las mujeres. Reclamaron que se pusiera fin a la discriminación en la educación y la capacitación, y se mejorara el acceso de las mujeres a programas alternativos de capacitación, como los programas de formación profesional.
El reciente progreso mundial hacia la enseñanza primaria universal es loable. Pero para las mujeres y las niñas es insuficiente. La falta de escolarización, la pobreza, el desempleo y los peores trabajos todavía recaen de forma desproporcionada en las mujeres. La educación es su derecho y su camino a un futuro mejor.
Fuente: unwomen.org