Más de 480 millones de personas tenemos el español como lengua materna, según subrayan las estadísticas. Y, sin embargo, en estricto rigor ninguno la habla. Al menos no en estado puro.
Basta con hacer una llamada de teléfono para comprobarlo. Algunos hispanohablantes responderán «aló», otros dirán «dígame», habrá quien al descolgar el teléfono suelte «bueno», quien conteste con un escueto «sí», quien replicará con un «a ver»…
Todos hablamos español, sí, pero no exactamente el mismo español. Lo hacemos con diferentes cadencias y ritmos, con distintos acentos y con rasgos propios.
Y lo mismo ocurre con los que tienen como lengua materna el portugués, el alemán, el griego, el francés, el inglés, el islandés, el euskera, el ruso, el chino, el catalán o cualquier otro idioma.
En la vida cotidiana no hablan su idioma de manera reglada. Utilizan variantes o modalidades lingüísticas. Dialectos.
Dialectos geográficos
La Real Academia Española (RAE) considera que una lengua es «un sistema de comunicación verbal propio de una comunidad humana y que cuenta generalmente con escritura». Y de un dialecto dice que es una «variedad de un idioma que no alcanza la categoría social de lengua».
Esa definición ha dado pie a que los dialectos sean considerados por muchos como un estilo de habla inferior y sin reconocimiento oficial.
Pero los lingüistas no le atribuyen al término dialecto ninguna carga negativa. Para los especialistas, un dialecto es simplemente una variedad de lengua compartida por una comunidad, la forma que tenemos de hablar una lengua.
Además de los dialectos nacionales, dentro de cada país también hay variedades lingüísticas. Incluso dentro de una misma ciudad puede haber modalidades distintas de un barrio a otro. Se trata de dialectos geográficos o geolectos, como los llaman los expertos.
«En realidad, se podría decir que hay tantos dialectos como provincias, regiones y países hispanohablantes. En la actualidad, se prefiere hablar de áreas lingüísticas. El asunto no está zanjado, pero los especialistas admiten ocho grandes áreas: cinco en América (El Caribe, México y Centroamérica, Los Andes, Río de la Plata y Chile) y tres en España (norte o septentrional, sur o meridional y Canarias)», señala Enrique Pato, doctor en Filología española de la Universidad Autónoma de Madrid.
«Después, cada país y cada área tienen sus propias variedades. Algunos estudios recientes, pero desde la fonética y la pronunciación, han llegado a distinguir hasta 28 modalidades diferentes«, afirma. «Todo hablante de español habla un dialecto, o una variedad, por el simple hecho de haber nacido en un lugar determinado. El problema es que los hablantes no somos conscientes de ello».
Pato y sus colegas Mónica Castillo (también doctora en Filología española) y Miriam Bouzouita, doctora en Lingüística del King’s College, University of London, lanzaron en mayo de 2019 una curiosa y divertida aplicación llamada «Dialectos del español», que a través de 26 preguntas adivina qué dilecto del español habla una persona.
«Las preguntas fueron seleccionadas teniendo en cuenta trabajos previos, es decir, fenómenos ‘clásicos’ ya estudiados por la dialectología tradicional», le explica a BBC Mundo Enrique Pato.
El porcentaje de acierto suele ser muy alto, asegura.
«Hay algunos dialectos y variedades que han sido más estudiados que otros, por lo que tenemos mucha más información del español de México, por ejemplo, que de las variedades centroamericanas. Lo mismo sucede para otros países y áreas. En general, los fallos están relacionados con alguna combinación ‘rara’ para el modelo de predicción, y cuando el usuario no responde de manera honesta a las preguntas, mezclando rasgos y fenómenos que son, en principio, incompatibles entre sí. Afortunadamente son los menos».
«Uno de los retos fundamentales que tenemos ahora es conseguir una participación tan activa en América como lo ha sido en España, ya que el futuro del español se juega en América, y queremos saber qué cambios se están produciendo ahora», comenta Pato.
¿Castellano neutro?
A los dialectos geográficos hay que sumarle los sociodialectos, variantes según el nivel educativo que tenga la persona que habla: los tecnolectos, dialectos profesionales. Y la edad: los adolescentes no hablan igual que los ancianos.
Los distintos acentos que existen del español son sólo una parte de un dialecto, «quizá la más llamativa para el hablante común, pero las variaciones sintácticas (el leísmo, el uso de los pasados -he cantado/canté-, las formas de segunda persona ustedes o vosotros…) son cruciales para definir dialectos», indica Lola Pons, historiadora de la Lengua, catedrática de la Universidad de Sevilla y autora de «El árbol de la lengua», un libro en el que defiende que la pureza lingüística es tan peligrosa como la pureza racial y en el que sostiene que todos hablamos en realidad un dialecto.
Llegados a este punto, y visto que todos hablamos un dialecto, la pregunta es: ¿quién habla entonces el español estandarizado, el español digamos oficial?
Nadie.
«Hay una especie de dialecto no marcado al que tienden todos los hablantes, que se considera prestigioso, se enseña escolarmente y se usa de forma oficial: es la variedad o dialecto estándar. Pero, aunque todos lo conozcamos, ese castellano estandarizado no es una variedad materna de nadie, todos los hispanohablantes usamos dialectos», señala la experta.
Ese español estandarizado, al que muchas veces llamamos castellano neutro, es el que se habla por ejemplo en los medios de comunicación, con el que se suelen doblar ficciones audiovisuales, y el que hablan muchos de los profesores cuando enseñan español como lengua extranjera…
«Y aun así hay muchos estándares en español: el telediario de España no suena como el de México», observa la autora de «El árbol de la lengua».
Hay que señalar además que no hay ningún lugar donde se hable mejor la lengua española que en otro.
«Hay hablantes que la manejan, bien o mal, en cualquier lugar de la superficie hispanohablante. Hablar bien o correctamente no tiene que ver con el tipo de pronunciación que tengamos sino con la selección de las formas lingüísticas adecuadas a cada situación, la coherencia de la estructura sintáctica, la diversidad léxica…», afirma esta catedrática de la Universidad de Sevilla.
La propia lengua española, sin ir más lejos, fue un dialecto antes de convertirse propiamente en lengua.
«Claramente fue dialecto cuando, como hija del latín, nació como variedad romance hablada en el condado de Castilla al este del Reino de León. Se consolida como lengua en el siglo XVI, cuando empieza a estandarizarse y a nivelarse coincidiendo también con su expansión atlántica y europea».
Fuente: Irene Hernández Velasco / bbc.com