En la sociedad del conocimiento, si hay una inversión rentable, es la educación. Unos jóvenes bien formados, con capacidad de aprender y educados en valores es la mejor garantía del éxito de una sociedad. Muchos padres españoles consideran, con acierto, que la mejor herencia que pueden dejar a sus hijos es una buena educación.
En todos los países el gasto en educación representa un gran porcentaje del gasto público y, aunque formalmente se considere parte del consumo público, en realidad es la inversión más productiva de cuantas puedan hacer las administraciones públicas. En España el gasto público en educación se sitúa en el 3,97% del PIB, algo menos de uno de cada diez euros gastados por las administraciones. ¿Cómo compara este dato con el de nuestro entorno? Pues no muy bien. Los nórdicos se mueven en volúmenes de gasto muy superiores, Islandia (7,53%), Suecia (6,77%), Dinamarca (6,58%), Finlandia (5,68%) y Noruega (5,61%) claramente por encima. Pero también se sitúan por encima Israel (7,06%), Estonia (5,96%) o Letonia (5,79%). EEUU, país con un gasto público reducido, dedica el 6% de su PIB a gasto público en educación, es decir un 50% más que España. Ni que decir tiene que muchos de los países que acabo de citar se encuentran entre los más avanzados y tecnológicamente más innovadores del mundo. En nuestro descargo debemos decir que Alemania (4,11%), país también innovador y avanzado y Reino Unido (4,62%) no se encuentran lejos de España en su porcentaje de gasto en educación, Italia (3,85%) está por detrás y también Japón (3,15%). Pero Francia (5,42%), Portugal (5,00%) y Polonia (4.92%) nos superan.
El déficit más evidente se encuentra en los recursos para la enseñanza
Para saber como nos situamos en educación no basta con saber cuanto gastamos; es necesario conocer también qué resultados obtenemos con ese gasto. Para ello, debemos ver si existe algún tipo de relación entre el volumen de gasto y los conocimientos y capacidades adquiridas por niños y jóvenes. Poniendo en relación el gasto público en educación y los resultados de las pruebas PISA de la OCDE, se observa que, al menos a nivel europeo, sí existe una relación positiva entre ambas variables. Es decir, cuánto más gasta un país en educación mejores son sus resultados en estas pruebas. Existen sus excepciones: Alemania gasta poco y tiene buenos resultados en PISA, mientras que Chipre gasta mucho, pero este gasto no parece tener mucho impacto.
España, en PISA, y respecto a los países europeos, está, en términos de resultados obtenidos, ni muy arriba, ni muy abajo. Pero dado que gastamos menos que los demás, eso significa que nuestro sistema educativo, con menos medios, se defiende. Sin duda, le iría mucho mejor si dedicará más recursos. Pero ¿cuánto más?
Viendo la lista de países que más gasta en educación, observamos que, en líneas generales, cuanto más próspero es el país más destina a este capítulo de gasto. Así, a mayor riqueza, se puede gastar más; al invertir más en educación, más aumenta la productividad y la prosperidad; y así sucesivamente. España no puede aspirar a tener un gasto como el de los nórdicos o EEUU. Pero dado nuestro nivel de renta per capita, cabría esperar que el gasto público destinado a educación en España estuviera entre 7 décimas y un punto de PIB por encima del nivel actual (unos 10.000-12.000 millones de euros más).
Dicho esto, ¿en qué deberíamos gastar más?, ¿están nuestros profesores peor pagados que los países de nuestro entorno?, ¿tenemos más niños por aula qué otros países?, ¿en qué tipo de educación tenemos un déficit mayor? Responder a estas preguntas es esencial para acertar en cómo distribuir el gasto educativo para que éste cumpla los objetivos de hacer España un país mejor y más próspero.
A partir de los datos de Eurostat, observamos que los salarios de nuestros enseñantes se sitúan en 1,3 veces el salario medio de España. Esta relación sitúa el salario relativo de los profesores españoles en el tercio más alto entre los países de la OCDE. Además, el gasto público en porcentaje del PIB dedicado al pago de los salarios de sus maestros se sitúa en España alrededor de la media europea para educación primaria y secundaria, pero es inferior en educación universitaria. Por otra parte, es difícil encontrar una correlación estadística positiva entre los resultados de la prueba PISA y lo que ganan los enseñantes.
En lo que se refiere al número de alumnos profesor, España no compara mal. Está algo por encima de la media de los países europeos y mejor qué países como Francia, Reino Unido o Alemania. Por tanto, está tampoco parece ser la explicación de que el gasto en España sea inferior a nuestro entorno.
Si distinguimos por tipo de educación, los datos muestran que España gasta muy poco en educación primaria y terciaria (formación profesional y universitaria) y, sin embargo, se sitúa casi en la media en secundaria. Esto significaría que el esfuerzohabría que hacerlo en los primeros y en los últimos años del proceso de formación de nuestros jóvenes.
Nuestro sistema educativo no lo hace mal del todo dado los medios de lo que dispone
El déficit más evidente de nuestro sistema educativo está en los recursos para la enseñanza a disposición de nuestros profesores y alumnos. España es el segundo país de la Unión Europea que menos gasta en consumos intermedios en educación, esto es, gastos distintos el pago de sueldos y salarios y de la construcción de nuevos edificios. Sólo Grecia gasta menos que nosotros. Esto nos indica que más que un problema con el número de profesores o con su retribución lo que nos falta son equipos informáticos, visitas al laboratorio, excursiones escolares, y, en general, todo lo que permite realizar actividades prácticas. En relación con otros países, España contaría con una educación más basada en la pizarra y el libro y menos en comprender y percibir las materias a través de experiencias. Pero, además, existe una relación directa entre este tipo de gastos y los resultados de PISA, por lo que es evidente que el mayor esfuerzo en educación que debemos hacer pasa por la modernización de nuestra educación.
De todo lo anterior, podemos obtener conclusiones importantes. La primera es que no estamos invirtiendo lo suficiente en nuestros jóvenes, quizás por qué el envejecimiento de la población está llevando todos los recursos hacia las pensiones y la Sanidad. En segundo lugar, es necesario hacer un esfuerzo importante entre los más pequeños y los alumnos que quieren seguir estudiando más allá de la secundaria. Y, en tercer lugar, y quizás esto sea lo más importante, es que poco a poco tenemos que dotar a nuestros centros educativos y a nuestros enseñantes de medios para hacer más rica, variada y experimental la educación, algo que no hemos hecho suficientemente hasta ahora. Dicho todo esto, y a la luz de los resultados de PISA, nuestro sistema educativo no lo hace mal del todo dados los medios de los que dispone.