Beatriz Elena Zapata Ospina
Colaboradora REDEM – Colombia
La Organización Mundial para la Educación Preescolar (OMEP), es una organización internacional, no gubernamental, sin fines de lucro que se ocupa de todos los aspectos relativos a los cuidados y la educación de la primera infancia (ECEC).
Sus proyectos y acciones se enfocan a la promoción de los derechos del niño y la niña a fin de que tengan acceso y reciban educación y cuidados en todo el mundo; igualmente apoya las actividades que incrementan el acceso a los cuidados y educación de alta calidad de la primera infancia.
La OMEP se encuentra, actualmente, en más de 60 países y cuenta con representantes en las reuniones mundiales de UNESCO, UNICEF y otras organizaciones internacionales con objetivos similares.
Cuando la OMEP apuesta por una educación inicial de alta calidad, como derecho fundamental de los niños y niñas, hace una invitación a que cada país conceptualice, debata y proponga sus estándares en coherencia con las características particulares del contexto social, cultural, político y económico, de manera que sea posible que el logro de este propósito. Es decir, una construcción que debe y puede ser enriquecida, apropiada y contextualizada a la diversidad y multiculturalidad de ambientes –regiones, municipios, comunidades rurales y urbanas– en los que interactúan y se desarrollan los niños y niñas.
Esta construcción ha de tener como eje central a los niños y las niñas, reconociéndoles como sujetos sociales de derecho con amplias capacidades y potencialidades que deben tener acceso y disfrutar de una educación de calidad que promueve desde el acompañamiento pedagógico, afectuoso e inteligente el desarrollo y los aprendizajes; mediante la creación de ambientes de socialización seguros y sanos. Ambientes en los que cada niño y niña pueda encontrar las mejores posibilidades para el sano y vigoroso desenvolvimiento de su singularidad, en los que se asuma el respeto por la infancia y en los que se reconozca el juego, la formación de la confianza básica y el fortalecimiento del vínculo afectivo, como ejes fundamentales del desarrollo humano.
La asunción del concepto de desarrollo humano integral en los primeros años de vida, conlleva a reconocer las áreas de derechos fundamentales: a la vida y a la supervivencia, a la protección, al desarrollo (educación, recreación y cultura) y a la participación. Igualmente implica adoptar un marco de principios educativos sustentados en la búsqueda de la equidad, calidad, pertinencia, inclusión, diversidad, territorialidad, integralidad, resiliencia y corresponsabilidad (Ministerio de Educación Nacional, p. 27)
Una educación de calidad implica la implementación de diversas estrategias, que van desde aquellas en que se fortalece la labor educativa de las familias en los escenarios cotidianos, hasta aquellas modalidades en las cuales se organizan ambientes educativos con intencionalidad pedagógica, especialmente diseñados para el enriquecimiento de la socialización y la movilización de aprendizajes.
Los conceptos de educación para la primera infancia y educación inicial hacen referencia a la educación que va desde el nacimiento hasta los seis, siete u ocho años[1]. El término preescolar se ha asociado exclusivamente a la preparación de los niños para la escuela, y ha dejado de lado todas aquellas experiencias significativas que los niños y niñas deben vivir en este ciclo vital. La educación inicial no puede estar basada en actividades mecánicas y repetitivas sin sentido que sólo buscan la transmisión unidireccional (del adulto al niño) de información. Por ello, los términos educación inicial o educación para la primera infancia provienen de una concepción más amplia, que pretende superar esa visión restringida de la educación y que busca llenar de sentido la vida cotidiana de los niños.
Es en la vida cotidiana, en las interacciones y en la exploración del mundo que los niños y niñas construyen aprendizajes efectivos, afectivos y significativos para la a partir de elementos naturales y potenciadores como el juego, la lúdica y el arte: convoca a considerar que el desarrollo humano lleva a nuevos aprendizajes, y los aprendizajes a nuevos desarrollos. Es por ello, que niños y niñas se van constituyendo en protagonistas de sus aprendizajes mediante procesos de apropiación de la cultura en un proceso activo y comunicativo, en interacciones con los objetos materiales y espirituales y en interrelación con los otros. Esto implica considerar que los niños y niñas aprenden sintiendo, actuando, pensando y experimentando en contextos propicios para ejercer sus derechos, aprovechar sus potencialidades y fortalecer sus capacidades.
En este sentido, la educación inicial debe tener bases humanistas fundamentadas en el aprender a ser, saber, hacer y vivir con otros; aprendizajes básicos asociados con el aprender a aprender, conquistar confianza, curiosidad, autodirección, autocontrol, sociabilidad, competencia para comunicarse y trabajar cooperadamente; se trata de buscar que los niños y niñas puedan jugar, soñar y recrear valores para la vida.
Estos aprendizajes preceden e impulsan el desarrollo, entonces la acción educativa debe ser intencionada al desarrollo de competencias, entendidas como “instrumentos de desempeño que ponen en evidencia diferentes funcionamientos mentales [perceptivos, cognitivos, lingüísticos, sociales y afectivos] de los niños y las niñas en situaciones y contextos típicos a los que ellos se enfrentan;” (Vallejo, 2003, pp. 182 -184) demostrando con esto sus capacidades para conocer, interactuar y organizar atendiendo a diversas experiencias propias de su crecimiento. Si el desarrollo de competencias indica un saber hacer y un poder hacer, todo proceso educativo debe considerar que los niños y niñas saben y que todos y todas pueden aprender.
La Educación inicial ha de implementarse en correspondencia con el nivel de desarrollo de cada niño y niña, dado que es un proceso de transformación cultural, de promoción del desarrollo y el aprendizaje, que trasciende la trasmisión de información. Educación inicial no es escolarización; significa que no empieza ni termina en la escuela, está relacionada con las interacciones y relaciones que los niños y las niñas establecen con sus pares, con la familia, la comunidad y la sociedad.
Es por ello que no se concibe el la educación y el desarrollo de la niñez sin integrarla y reconocer las influencias mutuamente recíprocas de éstos con el desarrollo de la familia, la comunidad, las instituciones y toda la sociedad en general. De esta manera, se reconoce la prioridad e importancia de trabajar el desarrollo de la primera infancia en el ámbito educativo y familiar, sin desconocer los ámbitos comunitarios, generando espacios y acciones de reflexión, conocimiento y reconocimiento del niño y de la niña como sujetos de derechos.
La responsabilidad de los diferentes agentes educativos comprometidos y participantes, sean educadores, familiares o comunidad, en su función de guiar y acompañar el proceso formativo de los niños y las niñas para alcanzar logros en su desarrollo integral y multidimensional. Es necesario reconocer las particularidades propias de las edades en sus ciclos vitales así como la influencia de los factores biológicos y neurofisiológicos, las condiciones de vida en sus entornos, la etapa histórica en que viven y la importancia de la calidad de la organización, concepción, orientación, valoración y evaluación del proceso educativo para que pueda producir efectos positivos en el desarrollo.
La función del educador y los agentes educativos que acompañan a los niños y niñas en la primera infancia ha de orientarse hacia la promoción del desarrollo y la movilización de aprendizajes, desde el establecimiento de interacciones y situaciones con intencionalidad pedagógica. Para cumplir su rol ha de caracterizarse por ser creativo (sensible, propositivo), con capacidad comunicacional (respetuoso y receptivo); afectuoso (alegría, empatía afectiva y reflexiva); ético (responsable, transparente, comprometido); con capacidad de liderazgo democrático, que tiene iniciativas, toma decisiones de manera participativa, moviliza y convoca; es gestor y dinamizador de la sinergia. Su acción pedagógica implica el conocimiento y valoración de las técnicas de los lenguajes expresivos para gestar procesos mediados por la lúdica, el arte y el juego.
La creación de situaciones de aprendizaje con intencionalidad pedagógica está orientada a lograr el máximo desarrollo humano integral de los niños y las niñas de acuerdo con sus potencialidades y capacidades. En esta perspectiva, el niño y la niña se constituyen en el centro de la acción pedagógica, involucrando a la familia y a la comunidad en su rol de agentes socializadores y educadores, para estimular el desarrollo y activar acciones en torno al mejoramiento de sus condiciones de vida.
BIBLIOGRAFIA
Gómez, A. (2007). Política Educativa para la Primera Infancia. Componente de Calidad. Memorias: Seminario -Taller Familia a tu Lado Aprendo. Medellín.
Ministerio de Educación Nacional. (2006). Lineamientos de Política Educativa para la Primera Infancia. Bogotá, D.C. 98 p.
Organización Mundial para la Educación Preescolar (OMEP). (2013).Acerca de OMEP. En: https://www.omep.org.gu.se/en+espa%C3%B1ol/acerca_de_OMEP/. Consultado el 15 de agosto de 2013.
Vallejo, L. (2003). Seminario de Vigotsky: Las corrientes pedagógicas contemporáneas y la innovación del currículo. Centro de Estudios e Investigaciones. CEID-ADIDA. pp. 182 -184.
Zapata, B.E & Gaviria, L.M. (2010). Propuesta educativa para la primera infancia. Tecnológico de Antioquia, Medellín 84 p.
[1] Este rango de edad varía por países, la Atención y Educación de la Primera Infancia (AEPI) planteada por la Unesco abarca hasta los 8 años,