Los primeros años de vida en las niñas y niños son una ventana de oportunidad única para crear las conexiones neuronales fundamentales en el desarrollo de habilidades socioemocionales y cognitivas. Los centros de cuidado infantil y los preescolares son aliados estratégicos de las madres, padres y cuidadores porque los servicios de calidad maximizan el potencial de desarrollo infantil. ¿Cómo fue la experiencia de los países de la región en la reapertura segura de centros de cuidado infantil y preescolares? En este post te presentamos 3 casos.
El cierre de centros de cuidado infantil y preescolares surgió como medida de prevención y mitigación del COVID-19 en muchos países de la región. Estos cierres han sido comparativamente más extensos en nuestra región que en el resto del mundo. Según UNICEF, entre marzo de 2020 y febrero de 2021, las escuelas de América Latina y el Caribe han estado cerradas 158 días en promedio, comparado con los 95 días que han cerrado las escuelas a nivel mundial, en promedio. El cierre afecta no sólo el desarrollo de las niñas y los niños, sino también a sus padres, particularmente a las madres y sus empleos, ya que son quienes dedican más tiempo a apoyar a sus hijos en estas tareas. Mejorar el empleo femenino es una de las rutas que ha identificado el BID, en su Visión 2025, para acelerar el proceso de recuperación post pandemia y generar más y mejores oportunidades de crecimiento inclusivo en América Latina y el Caribe.
A medida que progresa la investigación sobre el COVID-19 y su transmisibilidad, varios países de la región avanzaron en el diseño de protocolos y estrategias para la reapertura segura de los centros de cuidado y los preescolares. Las autoridades de Chile, Colombia y Panamá nos contaron sus experiencias, lecciones aprendidas y los retos que deja lo que va de la reapertura, en un webinar organizado por el Banco Interamericano de Desarrollo.
Lecciones aprendidas y retos de reapertura de prescolares en 3 países de la región
Chile, Colombia y Panamá cerraron sus centros de cuidado y preescolares como medida de contención del COVID-19 en marzo de 2020. En ese momento, prepararon toda una oferta para la atención de modo remoto y, desde finales del año pasado, han diseñado normativas y protocolos para poder retomar la atención presencial de modo seguro, voluntario, gradual y localizado, adaptándose a la evolución de la pandemia en cada localidad. Sus experiencias nos dejan 3 lecciones claras.
1. Uso de datos para guiar políticas públicas.
Una de las lecciones de reapertura en la región es el uso de datos para priorizar los centros de cuidado infantil que están en condiciones de reabrir. En Colombia se diseñó un indicador de prioridad mientras que en Panamá se estableció un semáforo de reapertura. Estas herramientas consideran variables como la evolución de los contagios en la comunidad, la preparación de la infraestructura del centro para la aplicación de protocolos de bioseguridad (si permite distanciamiento físico, cuenta con agua potable, ventilación adecuada, etc.), la disponibilidad de personal en los centros, y otros componentes específicos a la disponibilidad de información de cada país.
2. Medir pérdidas en desarrollo infantil y diseñar estrategias para mitigarlas
Es fundamental en esta etapa medir cuáles han sido las pérdidas en desarrollo infantil derivadas de la pandemia y diseñar y definir estrategias para remediarlas. Por ejemplo, en Chile, se realizó una encuesta a niños de tres y cuatro años, en la cual midieron el nivel de desarrollo infantil y lo compararon con los resultados que habían obtenido en la Encuesta a la Longitudinal a la Primera Infancia antes de la pandemia. Los resultados indican que las niñas y niños se han rezagado en vocabulario, desarrollo general y socioemocional con respecto a generaciones anteriores, con pérdidas que llegan a ser equivalentes a cinco años de educación de la madre.
Para dar respuesta a estas pérdidas en desarrollo infantil, Chile diseñó el plan Chile se Recupera y Aprende en Educación Parvularia, el cual tiene el foco en el fortalecimiento de aprendizajes para preparar a los niños para primero básico, en el bienestar socioemocional y en la asistencia y mayor cobertura de la educación inicial.
3. Vacunación del personal de centros infantiles
Vacunar al personal que atiende en los centros de cuidado y en los preescolares es protegerlo contra el COVID-19 y además darles confianza a ellos, a los padres, las madres y los cuidadores. Por ejemplo, en Chile, el 79% de las educadoras, manipuladoras de alimentos y técnicos que atienden en centros de cuidado ya están completamente inmunizados. El avance en la vacunación será la mejor garantía para el retorno gradual y para la generación de confianza en los actores involucrados.
Resultados preliminares de estas experiencias
La reapertura ha arrojado resultados muy positivos en cuanto a muy bajos niveles de infección de las niñas y niños y del personal en los centros. Los pocos casos que se han encontrado corresponden a contagios comunitarios y no a contagios dentro de los centros de cuidado, lo que indica que los protocolos diseñados han funcionado adecuadamente.
Estos resultados son consistentes con la evidencia internacional, que sugiere que las reaperturas no se han traducido en tasas más altas de contagio. En un pasado webinar, la profesora Emily Oster de la Universidad de Brown en Estados Unidos presentó un tablero de seguimiento de casos de COVID-19 en ese país, cuyos datos indican que los colegios en los que se retomaron las clases presenciales no son una fuente significativa para la propagación del virus. De hecho, la evidencia sugiere que la tasa de infección en los colegios es menor a la tasa de infección de la comunidad que rodea el colegio o centro de cuidado.
Los desafíos por delante
Todavía queda mucho por avanzar en la reapertura de los centros infantiles y los preescolares. Las autoridades a cargo aseguran que la reapertura segura del total de las unidades de servicio requiere esfuerzos aún más grandes no solo en cuestión de recursos económicos si no también en el aumento de la confianza. Es decir, la adecuación de la infraestructura no es suficiente por sí sola, también es necesario fortalecer la confianza de las familias y el personal que trabaja en los centros de cuidado y preescolares…
Fuente: iadb.org